lunes, 10 de agosto de 2015

PROBAR, CAER, APRENDER Y DESAPRENDER



Eileen Rada



Saberse humano, imperfecto y mortal suele ser un golpe duro. Entender que no somos robots, que no estamos programados para la perfección, también. Aceptar un defecto, reconocerlo y hacerlo parte de nosotros es tan temerario como convivir con un monstruo que nos acechará día y noche. Negar su existencia es mucho más peligroso.

Así somos los humanos: luz y oscuridad. Pero la claridad nos ciega la mayoría del tiempo. Los defectos juegan a esconderse, a usar su camuflaje más elegante para jamás ser descubiertos. Se visten de virtudes y, cuando menos lo esperamos, nos arrojan un balde de agua fría que nos despierta y nos recuerda que la perfección es solo un mito.

Los defectos pueden corregirse solo sí estamos conscientes de su presencia. Es allí cuando (re)conocer nuestra sombra se hace urgente. La capacidad de aceptarnos, con nuestros aciertos y desaciertos, nos da la oportunidad de convertir un defecto en una bendición. Depende de cada uno de nosotros hacer de la experiencia un aprendizaje.

De eso se trata: de probar, caer, aprender y desaprender; de recordar que somos de carne, hueso y muchas hormonas; de entender que no somos autómatas; de saber que un error no es capaz de destruir todo lo bueno que tenemos para dar. Se trata, sobre todo; de aceptar que somos seres complejos, volátiles y agridulces. Tanto como la vida misma.



Fuente: http://www.inspirulina.com/

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