Cuando estamos presurosos, ansiosos, obsesionados por llegar a nuestros objetivos, no podemos ver lo que el camino nos ofrece, y muchas veces lo que buscamos está allí en el camino , y no en la meta.
Pero para dirigir una mirada amplia, es necesario haber alcanzado la serenidad.
La serenidad nos ofrece la mirada abarcadora, que capta la totalidad en su propio centro, el ave en el espacio, y en la rama, la rama en el árbol, el árbol en el bosque , el bosque en el valle, y el valle en el universo.
Pero he aquí la paradoja, una vez que alcanzamos la serenidad, ya no nos fijamos meta alguna, no son necesarias.
Las metas, los objetivos, son necesidades impuestas por la cultura del ego.
Por esto es que la persona sabia, nada hace, ni nada posee, nada ha asido y sin embargo, todo lo tiene.
VÍA EL MENSAJERO Y EL CAMINO
No hay comentarios:
Publicar un comentario