miércoles, 10 de diciembre de 2014

EL BUSCADOR...(CUENTO CORTO).....!!!!!!

Esta es la historia de un hombre al que se definiría como un
buscador. Un buscador es alguien que "busca", no necesariamente es
alguien que "encuentra". Tampoco es alguien que sabe qué es lo
que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una
búsqueda.
Un día el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él
había aprendido a hacer caso riguroso a esas "sensaciones" que venían
de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y
partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos,
diviso Kammir a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una
colina a la derecha del sendero le llamo la atención. Estaba tapizada
de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y
flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de cerca
pequeña de madera lustrada; una portezuela de bronce lo invitaba a
entrar.
De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación
de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspasó el
portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que
estaban distribuidas como al azar entre los árboles. Dejó que sus
ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso
multicolor.
Sus ojos eran los de un buscador, quizá por eso descubrió sobre una
de las piedras, aquella inscripción: "Abedul Tare. Vivió 8 años, 6
meses, 2 semanas y 3 días". Se sobrecogió un poco al darse cuenta de
que esa piedra no era simplemente una piedra; era una lápida. Sintió
pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese
lugar.
Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de
al lado, también tenia una inscripción. Se acercó a leerla.
Decía: "Llamar Kalib. Vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas". El
buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar
era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían
inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del
muerto. Pero lo que lo contactó con el espanto fue comprobar que, el
que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba los 11 años.
Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó. Lo miró llorar
por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún
familiar. No, ningún familiar -dijo el buscador- ¿Qué pasa con este
pueblo?, ¿qué cosa tan terrible hay en esta ciudad?. ¿Por qué tantos
niños muertos enterrados en este lugar?. ¿Cuál es la horrible
maldición que pesa sobre esta gente, que los ha obligado a construir
un cementerio de chicos?.
El anciano sonrió y dijo: Puede usted serenarse. No hay tal
maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le
contare:
Cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta,
como ésta que tengo aquí, colgando del cuello. Y es tradición entre
nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta
intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella… a la
izquierda, qué fue lo disfrutado; a la derecha, cuánto tiempo duró
ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de ella?, ¿cuánto tiempo
duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?… ¿una semana?,
¿dos?, ¿tres semanas y media?. Y después, la emoción del primer beso,
¿cuánto duro?, ¿el minuto y medio del beso?, ¿dos días?, ¿una
semana?. ¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo?, ¿ y el
casamiento de lo amigos?, ¿y el viaje mas deseado?, ¿y el encuentro
con el hermano que vuelve de un país lejano?, ¿Cuánto tiempo duró el
disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?.
Así vamos anotando en la libreta cada momento. Cuando alguien se
muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de
lo "disfrutado", para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para
nosotros… ¡el único y verdadero tiempo vivido!.

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