¿Qué pasa cuando nos entregamos con nostalgia al cielo? Escuchamos a lo lejos, muy lejos. Prestamos atención, si percibimos algo en ello. En esta escucha estamos totalmente recogidos. Notamos algo, sin palabras, y miramos quizás no a lo cercano, sino a lo lejano. Amplio y lejos a la vez, entregándonos plenamente a lo que está tan lejos y tan amplio.
No lo miramos minuciosamente y a pesar de ello, estamos en esta mira y en la escucha, abiertos a algo grande. Nos alejamos de nosotros mismos y estamos en armonía con algo mayor, algo oculto. Existe una palabra para lo grande, en lo que eso está totalmente perceptible. Es la “Nada”. Todo lo que hay está rodeado por algo que no es. Toda existencia que conocimos está limitada. ¿En comparación con qué? En comparación con la Nada. La Nada en comparación con el Ser es infinito. Dejarse llevar por esa Nada nos hace parecido a Ella. Eso significa que nos hacemos amplios y de alguna manera también, ilimitados. Entregarse a la Nada, escuchándola en profundidad y mirar a lo lejos, añadiéndole la experiencia del Todo, nos permite estar más cerca de la Nada, hasta- aunque nos suene extraño- rebosar. En esta acción y no-acción, percibimos el cielo.Bert Hellinger
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