Cuando le preguntaron al abad Antonio si el camino del sacrificio llevaba al cielo, este respondió:
—Hay dos caminos de sacrificio. El primero es el del hombre que mortifica la carne –hace penitencia– porque le parece que estamos condenados. Este hombre se siente culpable y se considera indigno de vivir feliz. En este caso, él no llega a ninguna parte, porque Dios no vive en la culpa.
»El segundo es el del hombre que, aun sabiendo que el mundo no es perfecto como a todos nos gustaría que fuese, reza, hace penitencia, y dedica su tiempo y su trabajo a mejorar el ambiente que lo rodea. En este caso, la presencia divina lo ayuda constantemente, y obtiene resultados en el cielo.
PAULO COELHO
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