Toda pareja tiene un inicio y muchas de ellas tienen un final. El punto de partida y de salida vienen marcados por dos decisiones, la de comenzar y la de terminar la vida en común. Es fácil que la decisión de “salida de meta” se tome de mutuo acuerdo: “tú y yo nos amamos y comenzamos un proyecto de vida juntos”, ¿pero que pasa con la decisión de romper la pareja? ¿Cuando se acaba el amor, se acaba para los dos? ¿Por qué esa expectativa tan poco realista de que estaremos de acuerdo en la decisión de separarnos?
Tras la ruptura sentimental, ¿tiene sentido que uno emprenda su propio camino y el otro siga empeñado en seguir el camino de los dos en soledad?
Una de las experiencias vitales que más duele es aceptar el deseo de la pareja de abandonarlo y renunciar al proyecto común.
VÍA PLANO SIN FIN
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