Según datos científicos, existe una estrecha relación entre la insatisfacción con la vida y la pandemia de obesidad. Más allá de que estén involucrados factores nutricionales como la comida chatarra y el desequilibrio del medio ambiente, nada de este mundo parece llenar el vacío que millones de personas intentan llenar con comida. A estas alturas pedir colaboración a los actores políticos y de salud se ha tornado una empresa ineficaz porque ellos simplemente no tienen la solución al problema. El estilo de vida y el egoísmo en el que está inmersa la sociedad incrementan el consumo desmedido en la población más vulnerable, la que no tiene recursos para educarse sobre el consumo razonable, el equilibrio biológico del organismo, el impacto en el ambiente generado por el proceso de producción de los alimentos y sus desechos, como tampoco tomar conciencia de la integralidad de un mundo en el que mientras millones sufren de obesidad, otros millones padecen hambre… No podremos llenarnos a nosotros mismos si no contribuimos al llenado de los demás. Está claro que para esto tenemos que educarnos. Y es en este punto clave en el que las necesidades pueden ser satisfechas, porque la educación integral es lo que llenará nuestro vacío; vacío de amor, de comprensión, de altruismo, de cooperación y de sentido de vida más allá de lo básicamente material.
NECESITO DE TODOS
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