“Eran dos jóvenes que mantenían una entrañable amistad. Vivían apaciblemente, pero el país entró en guerra, fueron aislados y conducidos al frente. Cayeron prisioneros del enemigo y pasaron dos años en un campo de concentración. Luego de acabada la guerra fueron puestos en libertad y cada uno siguió con su vida en lugares diferentes. Diez años después se encontraron y, tras fundirse en un largo y emotivo abrazo, uno le comentó a otro:
-Yo ya olvidé todo aquello que nos pasó. Lo olvidé en seguida como si no hubiera ocurrido. ¿Y tú, mi buen amigo?
-Yo no, —repuso el otro con evidente amargura— nunca podré olvidarlo. No hay un solo día en el que no odie intensamente a nuestros carceleros.
El amigo entonces replicó:
-¡Qué lástima! Yo sólo estuve dos años como prisionero, sin embargo tú continúas cautivo”.
Es importante dejar el pasado doloroso y difícil atrás porque cuando nos dejamos acompañar por él nos amargamos, perdemos la ilusión, nos desgastamos y dejamos de disfrutar la vida.
MAYTTE
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