Cuando estás en el buen camino, lo sabes; las puertas se abren, gente aparece, ocurren coincidencias. Cuando no sigues tu camino y tus propósitos superiores, parecerá como si anduvieras entre brumas y nada saldrá adelante. Cuando sigues tu camino y dejas fluir tu energía, tu vida suele transcurrir fácil y satisfactoriamente. Esto no quiere decir que no encontrarás obstáculos. El reto está en decidir si los obstáculos implican la revisión de tu camino o la búsqueda de otro, o si están allí para ayudarte a desarrollar las cualidades de la paciencia y la perseverancia. No hay respuestas fáciles. Saber cuándo insistir y cuándo encontrar otro curso de acción depende de tu experiencia y la claridad de tu conciencia.
Un modo de saber si los obstáculos forman parte de tu evolución o te avisan de que has de buscar otro camino, es estudiando lo que quieres conseguir. Si tus objetivos te son placenteros o experimentas una sensación de alegría atravesando los obstáculos, sabiendo que así te acercas a tu meta, sería apropiado seguir adelante. Algunas personas se sienten estimuladas por los obstáculos porque su superación aumenta la sensación del éxito cuando consiguen lo que quieren.
Si sigues centrándote en lo que deseas y actúas del modo apropiado, los obstáculos empezarán a desaparecer. Si su superación se hace sentir como una gran lucha, es probable que se te diga que existe una manera mejor de conseguir tus objetivos. Normalmente, las circunstancias a las que percibes como barreras te llevan a una dirección distinta, un camino mejor para proseguir. Los obstáculos pueden también existir para protegerte, impedirte que actúes prematuramente o atraer tu atención hacia algo ignorado. También te brindan la oportunidad de tratar todos los temas necesarios antes de dar el paso siguiente.
Una mujer quería encontrar un apartamento nuevo, porque su vecina de arriba hacía demasiado ruido. Buscó durante tres semanas sin resultado. No dejó de afirmar que su hogar perfecto ya se encontraba en su vida. No dejó de enfrentarse con los obstáculos aunque éstos parecían indicarle que un curso de acción distinto sería mejor. Varias semanas después, su vecina se mudó inesperadamente y otra ocupó el piso de arriba, una mujer muy silenciosa. Ni siquiera hizo falta que cambiara de piso. Se dio cuenta de que todos sus intentos de encontrar un apartamento nuevo habían sido bloqueados y que su determinación de atravesar los obstáculos sólo le mantenía en un estado combativo. También se dio cuenta de que estaba muy contenta con su hogar de siempre y que, excepto por el ruido, no había razones por las que mudarse.
Sanaya Roman y Duane Packer
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