Somos almas y como tales eternas, y hemos vivido muchas vidas aunque no solemos recordarlas.
Cuando hablamos de las vidas pasadas y de la reencarnación, surgen muchas dudas y mil preguntas. ¿Qué habré sido yo, qué vida habré llevado? ¿me he relacionado con las mismas personas que ahora conozco?, etc.
La meditación, las regresiones son las herramientas más adecuadas para poder responder a todas las preguntas que nos hacemos; o al menos, a una parte de ellas.
Por suerte, tenemos otra manera de descubrir información sobre estos temas, la observación. Si observamos cómo ha sido o es nuestra vida, también podemos obtener señales que nos conduzcan a resolver parte de éstas preguntas.
Hay veces que visitamos una ciudad, un lugar que en teoría desconocemos, ni hemos visto documentales sobre ella, y nos sentimos como en casa, como si perteneciéramos a ese lugar. Podemos orientarnos perfectamente y al mirar el lugar, incluso, observamos que falta un edificio, o que algo ha cambiado. ¿Cómo es posible que conozca un lugar que es totalmente desconocido para mi? Tal vez, porque has vivido allí en otra vida y el alma lo recuerde.
Otras veces, podemos sentir una atracción especial por visitar un lugar, una región, aprender un idioma o tener facilidad para estudiar una materia que aún siendo desconocida, nos resulta conocida, sin existir una razón concreta que nos motive más a elegir una u otra. Hay un vínculo que escapa a la lógica y que en el corazón entiende; y por supuesto, también el alma reconoce lo ya vivido con anterioridad.
Lo mismo pasa con las personas. En cuanto conocemos a ciertas personas, sentimos que forman parte de nuestra vida, aunque no las hayamos visto con anterioridad. Sentimos paz, confianza, cercanía. También pasa lo contrario. Conocemos a alguien y existe un rechazo inmediato, y no existe ningún motivo para ello. Las almas se reconocen y nos avisan, cuidado, peligro o felicidad.
Hace ya muchos años, conocí en consulta a una persona, Vero. En cuanto nos vimos, las dos nos dijimos ¿de qué te conozco? Tu cara me suena. Repasamos nuestra vida y no habíamos coincidido nunca hasta entonces, ni teníamos amigos comunes, no había nada que nos relacionara. Pero las dos sabíamos y sabemos que nos conocemos. Eso sí, todavía no hemos llegado a saber desde cuándo.
Algunas veces podemos tener traumas o miedos que aparentemente no podemos justificar con la lógica. Recuerdo que siendo pequeña, una prima mía que tendría unos cinco años, cada vez que veía un cocodrilo de escayola que había en un parque de atracciones, se ponía a temblar con angustia. Y por las noches tenía pesadillas en las que gritaba que un grupo de cocodrilos le atacaba para comerle. No había visto ningún documental en la tele, nadie le había contado un cuento diciéndole que los cocodrilos atacaban a las personas. El ver el cocodrilo de escayola, tocó una tecla e hizo que reviviera un temor de una vida pasada.
Son muchas las señales que nos informan sobre otras vidas pasadas, aunque muchas veces pasan desapercibidas. Tal vez, si comenzamos a observar la vida desde otra perspectiva, encontremos más información sobre cómo han sido o qué hemos sido en vidas anteriores.
María Eugenia Aurensanz
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