- Este primer «regalo» otorgado al recién nacido lo individualiza en el seno de la familia.
La psique infantil, tal como haría un animal doméstico, se identifica a ese sonido con el que constantemente atraen su atención. Termina incorporándolo a su existencia como si fuera un órgano o una víscera más. En la mayoría de los casos, en los nombres se desliza el deseo familiar de que los antepasados renazcan: el inconsciente puede disfrazar esta presencia de los muertos no sólo repitiendo el nombre entero (en muchas familias el primogénito recibe el mismo nombre que su padre, su abuelo, su bisabuelo; si es mujer puede recibir un nombre masculinizado que pasa por ejemplo de Francisco a Francisca, de Marcelo a Marcela, de Bernardo a Bernarda, etc.). Este nombre, si viene cargado de una historia, a veces secreta (suicidio, enfermedad venérea, pena de cárcel, prostitución, incesto o vicio, quizás de un abuelo, una tía, un primo), se hace vehículo de sufrimientos o de conductas que poco a poco invaden la vida de quien lo ha recibido.
- Hay nombres que aligeran y nombres que pesan.
Los primeros actúan como talismanes benéficos. Los segundos, son detestados. Si una hija recibe de su padre el nombre de una antigua amante, queda convertida en su novia para toda la vida. Si una madre que no ha resuelto el nudo incestuoso con su padre da al niño el nombre de aquel abuelo, el hijo, preso en la trampa edípica, se verá impulsado a imitar al antepasado admirándolo y al mismo tiempo detestándolo, por ser un rival invencible. Aquellas personas que reciben nombres que son conceptos sagrados (Santa, Pura, Encarnación, Inmaculada, etc.) pueden sentirlos como órdenes, padeciendo conflictos sexuales. Aquellos bautizados como ángeles (Angélica, Rafael, Gabriel, Celeste, etc.) pueden sentirse no encarnados. Los Pascual, Jesús, Enmanuel, Cristián o Cristóbal es muy posible que padezcan delirios de perfección y a los 33 años tengan angustias de muerte, accidentes, ruinas económicas o enfermedades graves.
- A veces los nombres dados son producto del deseo inconsciente de solucionar situaciones dolorosas.
Por ejemplo, si un hombre cuando era niño fue separado de su madre, llamará a su hijo Juan-María, realizando en ese doble nombre su deseo de unirse con ella. Si un pequeño muere, al que le sigue lo pueden llamar René (del latín renatus, lo que significa «renacido»). Si un antepasado fue detenido, para vergüenza de su familia, por haber cometido una estafa o un robo, a un descendiente directo se le puede bautizar como Inocencio. Si una mujer con fijación incestuosa se casa con un hombre que tiene el mismo nombre que su padre, puede engendrar hijos que padezcan una confusión generacional: inconscientemente, al vivirse como hijos de su abuelo, considerarán a su madre como una hermana, lo que les provocará inmadurez. Si después de una niña nace un niño al que se le bautiza con el nombre de ella masculinizado (Antonia seguida de Antonio, Francisca seguida de Francisco, etc.), puede denunciar que el nacimiento de la nena fue una decepción y la joven, considerándose el esquema de un futuro hombre, puede vivir sumida en un doloroso desprecio a sí misma, sintiéndose incompleta.
- Un nombre tomado de estrellas del cine o de la televisión, o de escritores famosos.
Impone una meta que exige la celebridad, lo que puede ser angustioso si no se tiene talento artístico. Si los padres transforman el nombre de sus hijos en diminutivos (Lolo, Pepe, Rosi, Panchita), pueden fijarlos para siempre en la infancia.
- Significado inconsciente de los nombres.
El inconsciente, por su naturaleza colectiva, esconde significados en los nombres que el individuo, sin conocerlos conscientemente, padece. Los nombres de santos inducen cualidades, pero también transmiten martirios. Algunas María pueden verse asediadas por el deseo de engendrar a un niño perfecto. Algunos José pueden tener dificultad para satisfacer a una mujer. A santa Valeria le cortaron la cabeza: las mujeres que reciben este nombre pueden tender a la locura. Ciertas Mercedes, nombre que desciende del latín merces (salario, pago), pueden ser tentadas por el comercio, ejercido con honradez.
Los nombres, en el inconsciente, funcionan como mantras (versos tomados de las obras védicas y usados como encantos). Estas palabras, por su repetición constante, originan vibraciones que producen determinados efectos ocultos. Los brahmanes creen que cada sonido en el mundo físico despierta un sonido correspondiente en los reinos invisibles e incita a la acción de una fuerza u otra. Según ellos, el sonido de una palabra es un eficaz agente mágico y la principal llave para establecer la comunicación con las entidades inmortales. Para la persona que desde que nace hasta que muere repite y escucha repetir su nombre, éste funciona como un mantra. Pero un sonido repetido puede ser benéfico o dañino. En la mayoría de los casos el nombre consolida una individualidad limitada. El ego afirma «Soy así y no de otra manera», perdiendo fluidez, anquilosándose.
Los grandes adeptos de la Magia, como Éliphas Lévi, Aleister Crowley o Henri Corneille-Agrippa, afirmaron que el ser humano tenía dos cuerpos, uno físico y otro de luz (también llamado cuerpo energético o alma) el que, por ser sagrado, no podía tener un nombre personal. El nombre que se pronuncia, unido como una sanguijuela al cuerpo físico, sólo manifiesta la individualidad ilusoria de la persona. El cuerpo de luz forma parte del impronunciable nombre de Dios. El propósito de estos magos era desarrollar o recordar el cuerpo de luz, integrándolo en la conciencia cotidiana. Si se alcanza un equilibrio funcional del cuerpo de luz con el cuerpo físico, el ego egoísta queda eliminado. La toma de conciencia del ser esencial abre la puerta de la libertad al dejar de estar encadenado a su nombre de pila, si éste se vive de forma dolorosa.
Manual de psicomagia, “Consejos para sanar tu vida” , Alejandro Jodorowsky
* COMENTARIOS DE MARIO LIANI
Saludos a todos!
Divulgué este texto por encontrarlo afin a muchos de los postulados numerológicos que suelo esgrimir durante mis Cursos o Seminarios de Numerología, en el sentido de que cada elemento de la identidad humana (Nombres + Apellidos) suele ejercer una poderosa influencia en el modelo conductual.
Dicho de otra forma, aunque suene increíble para muchos, "uno ES según se llame o lo llamen", pues como también lo afirma Jodorowsky, el nombre vibra tal como vibra un mantram cuando es repetido innumerables veces.
Si un nombre "significa algo", de tanto repetirlo, uno "acaba creyéndolo", los demás "acaban aceptándolo" y ello acaba por hacer que "ocurran situaciones"relacionadas con su significado.
Aunque no niego que ciertos nombres vengas cargados de poderosos sentimientos familiares o ancestrales, no estoy de acuerdo con ciertos significados que muchos autores suelen dar a ciertos nombres, como por ejemplo, que los nombres sagrados originan conflictos sexuales o que un nombre bíblico ejerce una influencia similar a la tradición religiosa asociada a él. Al afirmar esto, me parece que se podría estar generalizando al extremo.
Po experiencia propia, he visto que el significado vibracional o conductual de los nombres no necesariamente puede estar asociado al significado semántico… No es la regla, aunque tampoco descarto que ello ocurra en algún caso específico. Sin embargo, debo decir que hasta ahora no me ha tocado atestiguar una similitud entre la semántica de un nombre, su significado arcaico, místico o mitológico… con relación a su significado numerológico.
Lo cierto es que debemos ser muy cuidadosos a la hora de escoger un nombre (para la finalidad que sea), puesto que esa vibración no solamente generará un cierto modelo conductual en su portador/a, sino que atraerá a su vida ciertas situaciones cíclicas que originarán determinadas vivencias asociadas con el significado de ese nombre en sí.
Para muestra un botón. Desde el punto de vista numerológico, en general…
Las María, por ejemplo, son personas a las que nos les gusta ser invadidas emocionalmente pues reprimen las emociones, aunque sean muy sensibles. En esta categoría, también entran las Claudia, Damian, Flavia, Greta, Hugo, Rene, Ruben, por ejemplo.
Las Sara y las Susana suelen ser indecisas.
Alex, Joel, Judy, Mabel y Samanta suelen ser muy impulsivos.
Barbara, Bruno, Damiana, Flora, Hilda, Nelson, Rafael, Vicky, Walter, por ejemplo, suelen ser emocionalmente pendulares, inestables o emocionalmente bipolares (en mayor o menor grado dependiendo de varios factores).
Antonio, Henry, Ivonne, Josefina, Orlando, suelen ser reservados, introvertidos o poco comunicativos.
Desiret, Dorelys, Efrain, Estefania, son impulsivos y desean disfrutar de los placeres de la vida, donde el sexo pudiera tener un lugar importante o generarles una gran curiosidad o atracción.
Cecilio, Desiret, Franklyn, Giovanna, Lisandro, Marilyn, Mildred, son percibidos como carismáticos, pues tiene un gran deseo de sobresalir profesionalmente y de ser reconocidos por ello, por lo que proyectan un gran sentido de la importancia personal.
Alexander, Cristian, Griselda, Humberto, Roberto, suelen ser fantasiosos, imaginativos, tal vez ingenuos como niños (o la gente los ve como ingenuos).
Maria Isabel, impulsiva y arriesgada a nivel laboral, siempre contra normas y reglamentos.
En fin… Lo anterior no es tajante, pues lo que me faltó añadir es que la conducta humana está determinada no sólo por el nombre que se usa sino por otros factores relacionados con la identidad, en la cual sabemos - por ejemplo - intervienen el apellido de la persona y también la fecha de nacimiento de la misma.
Cuando se combinan diferentes elementos conductuales, es posible que sean complementarios, pero también pueden llegar a ser contradictorios. Esto significa que si bien podemos observar una cierta tendencia conductual debido al nombre que una persona usa, ésta podría ser exacerbada o reprimida por los otros factores presentes, lo cual hace que cada caso sea un caso único.
Fraternalmente
Mario Liani
VÍA TRABAJADORES DE LA LUZ
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