Hoy es uno de esos días en los que amanecí pensando en lo frágiles que somos y en lo breve que es la vida. Vivimos en tiempos revueltos, tiempos en los que los problemas ocupan la mayor parte de nuestros días y parecen agobiarnos cada vez más… Tiempos de “fin de mundo” en los que algunas personas se preguntan qué es realmente el fin del mundo cuando yo lo veo día a día a mi alrededor en las familias que se pelean, en los compañeros de trabajo que no colaboran entre sí, en la gente de la calle que en los lugares públicos se comporta de manera corrompida, en las parejas acaparadoras que empiezan a romperse y en el desdén de quienes viven “sobreviviendo” y “luchando” en vez de sólo vivir y conciliar sus días…
Si pudiésemos tener consciencia de lo efímera de nuestra vida, tal vez pensaríamos dos veces antes de ignorar las oportunidades que tenemos de ser y de hacer a los otros felices. Muchas flores son cortadas muy pronto; algunas apenas pimpollo. Hay semillas que nunca brotan y hay aquellas flores que viven la vida entera hasta que, pétalo por pétalo, tranquilas y vividas, se entregan al viento.
Pero no tenemos cómo adivinar. No sabemos por cuánto tiempo estaremos disfrutando este paraíso. Tampoco las flores que fueron plantadas a nuestro alrededor. Y nos descuidamos a nosotros mismos y a los otros. Nos entristecemos por cosas pequeñas y perdemos un tiempo precioso. Perdemos días, a veces años. Nos callamos cuando deberíamos hablar, y hablamos demasiado cuando deberíamos quedar en silencio. No damos el abrazo que tanto nos pide nuestro corazón porque algo en nosotros impide esa aproximación. No damos un beso cariñoso porque no estamos acostumbrados a eso y no decimos lo que nos gusta porque pensamos que el otro sabe automáticamente lo que sentimos.
Y pasa la noche y llega el día; el Sol nace y adormece, y continuamos siendo los mismos. Reclamamos lo que no tenemos, o que no tenemos lo suficiente. Cobramos a los otros, a la vida, a nosotros mismos, y nos consumimos comparando nuestra vida con la de aquellos que poseen más. ¿Y si probáramos compararnos con aquellos que poseen menos? Eso haría una gran diferencia.
Y el tiempo pasa. Pasamos por la vida y no vivimos. Sobrevivimos, porque no sabemos hacer otra cosa. Hasta que, inesperadamente, nos acordamos y miramos para atrás. Y entonces nos preguntamos: ¿Y ahora?Ahora, hoy, todavía es tiempo de reconstruir alguna cosa; de dar un abrazo; de decir una palabra cariñosa; de agradecer por lo que tenemos.
Nunca se es demasiado viejo, o demasiado joven, para amar, para decir una palabra gentil, para dar cariño. No mires para atrás. Lo que pasó, ya pasó. Lo que perdimos, ya se perdió. Mira hacia adelante. Todavía hay tiempo de apreciar las flores que están enteras a nuestro alrededor. Todavía hay tiempo de agradecer a Dios por la vida, que aunque efímera, aún la tenemos.
~Autor Desconocido
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