Uno de los grandes kabbalistas solía hablar por horas mientras enseñaba. Un día, se paró frente a su clase en completo silencio durante un periodo de tiempo considerable. Cuando sus estudiantes le preguntaron por qué lo hacía, él respondió: “A veces, no hay palabras”.
Al silenciarnos a nosotros mismo y a nuestra mente, podemos escuchar mejor las respuestas que el universo intenta darnos.
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