Ayer llegó hasta mí esta frase que me hizo reflexionar ampliamente acerca de la aceptación.
“Entre las orillas del dolor y el placer fluye el río de la vida. Sólo cuando la mente se niega a fluir con la vida, y se estanca en las orillas, se convierte en un problema. Fluir con la vida quiere decir aceptación; dejar llegar lo que viene y dejar ir lo que se va. Tú no eres lo que sucede.... eres a quien le sucede.”
¿Podemos hacer otra cosa diferente que “aceptar” lo que llegue?. ¿Acaso estamos condenados a la resignación perpetua ante lo que acontece?. ¿Somos marionetas movidas por los hilos del destino?...
Podríamos comenzar por diferenciar “aceptación” de “resignación”. Posiblemente, cuando uno acepta está consintiendo, de alguna forma, que lo que le ocurre es lo único que podría sucederle y en ese consentimiento va implícita la satisfacción de adherirnos a ello. Caminar a su lado y rodar con las quimeras que nos traiga en la creencia de que estamos en paz con ellas. La aceptación cobra así un matiz de “compañerismo” con lo que ocurre y no de rechazo sometido.
La resignación tiene otros aspectos tales como: la rabia contenida, el dolor enquistado y la protesta silenciada.
Se trata de una mansedumbre eclipsada por el acatamiento dócil de lo que llega, con la seguridad de ser esto lo primero de una larga cadena que queda por venir y de estar dispuesto a seguir siendo víctima del fatal hado que todo lo dispone.
Dejar ir lo que debe marchar es una postura que raya en la resignación aunque no se acepte. ¿Quién o qué determina, cómo y cuándo algo se acaba? ¿Y la lucha?¿Y la necesidad de agotar todas las vías para que continúe cerca?.
La sensación de quedarnos en la orilla a esperar lo que llegue, resignados ante los vaivenes de su fluir, es una postura ambigua que nos deja mal sabor en los labios.
Prefiero abrazar la idea de rendirme, solamente, tras la pugna de mi mente y el desafío de mi alma en la seguridad de ganar si realmente comienzo a querer desde lo más profundo de mi corazón, que el curso de ese fluir, cambie.
No soy lo que pasa…sino a quién pasa, pero siempre puedo actuar sobre lo que sin mi voluntad, nunca pasará.
VÍA MIRAR LO QUE NO SE VE
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