miércoles, 12 de septiembre de 2012

ME ESTOY AHOGANDO...♥..CUENTO CORTO...♥

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Había sido un día tranquilo. ¿Demasiado, quizá?

Su hijita Javiera, que aún llevaba en su vientre, solía ser muy inquieta, parecía no dormir nunca. A Mariana le costaba conciliar el sueño, pues en cuanto se tendía en su cama Javiera saltaba y se giraba en su interior. Incluso sentada frente a su computador en su oficina, su niña le hacía sentir constantemente su presencia.

Pero hoy no. Quizá su pequeña había decidido dejarla descansar un poco ese día. O bien, con ya ocho meses de gestación, disponía de menos lugar para moverse. En un principio Mariana no le dio importancia, simplemente disfrutó de esa tranquilidad. De cualquier forma, si ella acariciaba su vientre, Javiera le respondía con un leve movimiento. Pero a medida que avanzaba el día fue sintiendo una extraña inquietud.

–Mamá... Me estoy ahogando.

Mariana despierta sobresaltada ese sábado y sacude fuertemente a Diego, su marido, sacándolo intempestivamente de su descanso.

–¡Tenemos que ir a la clínica! ¡Ahora!

–¿Qué pasa? –Diego no termina de despertar.

–Javiera me lo acaba de decir en un sueño. ¡Se está ahogando! –Mariana ya está de pie buscando su ropa, totalmente angustiada.

Mientras torpemente intenta vestirse, trata de traer a su mente las imágenes que acompañaban la voz que escuchó en sueños, pero se le aparecen difusas. Sólo recuerda las palabras y la desesperación de su hija en ellas.

Una vez en el auto camino a la clínica, Mariana sólo reza. Pide a todos los seres que la puedan estar escuchando que sostengan a su niñita, que por favor la ayuden a mantenerse con vida. Diego no emite palabra, está demasiado asustado. Sabe que si Mariana lo soñó tiene que ser real; es sorprendente cómo sus sueños siempre le han hablado.

Diego y Mariana entran al sector de urgencias de la clínica y sólo explican que están muy asustados, pues la niña no se mueve. No dicen nada acerca del sueño. ¿Quién lo creería?

Ya en la sala de monitoreo, el doctor le pide a Mariana que se recueste en la camilla. Pero ésta es muy plana; Mariana siempre necesita de unos dos cojines cuando se tiende. Por lo menos desde los siete meses de embarazo. El doctor, sin embargo, le aclara que este procedimiento debe seguirse de ese modo, sin cojines.

Quién lo diría. Era justo lo que necesitaba. Al tenderse totalmente de espaldas, por alguna razón desconocida para todos, Javiera da un salto. Y luego otro y otro. ¡Mariana no lo puede creer! Cuánto extrañaba esos movimientos, que antes hasta le habían parecido excesivos.

–¡Doctor! ¡Mi hija ya se está moviendo, ya está bien! –Mariana no puede contener su excitación.

–De todos modos debemos hacer el monitoreo –le aclara el doctor, mirando la pantalla. –Tu hija está bien, todo está normal. Seguramente estaba un poco enredada con el cordón y al recostarte en forma completamente horizontal, se soltó.

–Gracias al Cielo, doctor. Y gracias a la magia de mis sueños.

–¿Tus sueños?

Mariana sólo lo mira y sonríe, sin necesidad de decir nada.


Edna Wend-Erdel

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