Debemos recordar que la violencia engendra violencia y el odio engendra odio. Lo mismo los comentarios agrios, las críticas, y el deseo que los otros actúen como nosotros queremos, lo único que logran es ofender a esas personas y ponerlas a la defensiva. Tarde o temprano huirán. Cuando nos olvidamos del control sobre los demás es como si nos quitaran una losa pesadísima de encima y se percibe una gran liberación que podemos emplear en nuestro propio bien. Es necesario aprender que cada persona vino a este mundo a cumplir con un destino, en un camino bien diferente al de uno. En lugar del control y querer siempre imponer modos de actuar, de pensar, etc., hay que abrir el paso y dejar fluir.
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