lunes, 16 de julio de 2012

LO QUE APRENDÍ EN ESTAMBUL...♥

 

Julio Bevione

En Estambul aprendí a negociar. En el Gran Bazar, unas interminables calles techadas que albergan a miles de vendedores para ofrecer desde joyas a condimentos, nada tiene un precio determinado, sino el que uno pueda negociar. Al final, terminaba pagando el precio que había aceptado. Es decir, no había lugar a quejas. Ni caro, ni barato. Lo justo según mi punto de vista.

Y así me siento andando por la vida, como en un gran mercado donde me ofrecen de todo, y lo que elijo lo termino pagando por el precio que acepto. Para eso, todos llevamos con una máquina etiquetadora: los juicios.

Vamos por la vida como si camináramos por un gran mercado y a cada cosa le ponemos su precio. Si le cuelgo el cartelito de inútil, así será. Y así con el de ingrato, amable, fiel e infiel, bueno y malo…

Aquello que en mi vida le puse el precio de difícil, ese fue el precio que tuve que pagar. Y si le puse el cartelito de fácil, ese fue el costo.

Y lo terrible no es lo caro que pagamos algunas experiencias, sino que no usemos el poder que todos tenemos de cambiar el cartelito, dejando de enjuiciar de la manera que lo hacemos.

Entonces, me enojo con la sociedad, con la cultura, con la familia, y con todos los que le colgaron el cartelito con el precio que hoy me niego a pagar. Si bien es cierto hemos recibido “mucha mercancía” con el precio puesto, somos libres de cambiarlo cuando queramos, cambiando nuestro juicio.

Cuando algo o alguien nos desagraden, miremos el cartelito que le hemos colgado y entenderemos porque estamos pagando esa experiencia tan cara. Y ya sabemos cómo bajarle el precio…

Definitivamente, la calle es una gran escuela.

Fuente: http://www.inspirulina.com

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