No todas las personas podrán contestarla de manera afirmativa. La mayoría que sienten que no pueden o no logran ser felices viven en esa situación porque lo que en realidad piensan es que no merecen ser felices.
No importa cuántos buenos intentos hagan, cuántas ganas tengan. No logran ser felices porque se encuentran atrapadas en esa convicción de muerte, en ese error que apenas les permite respirar.
No son casos aislados, en la sociedad en que vivimos, nadie ha sido educado para ser feliz. Piensa con qué mensajes fuiste educado y observa cómo aún hoy se educa a los niños inculcándoles que tienen que ser alguien en la vida.
Ese ser alguien está vinculado con un título, con una profesión, con una posición social y económica. No está relacionado con la necesidad de ser feliz. Se relaciona con tener y no con ser, con hacer y no con realizarse.
No nos dicen “tenés que entender quién sos, tenés que descubrir para qué estás aquí, tenés que hacer lo que viniste a hacer, tenés que ser feliz”.
Somos seres humanos y estamos en el planeta para un destino de gloria y cuando no nos explican esto vivimos con una baja autoestima, con fobias y miedos, creemos que si hoy nos quieren la vida tiene sentido y si mañana dejan de querernos, no vale la pena vivir.
Vivís dependiendo del estimulo externo; necesitas que te quieran, que te acepten, que piensen bien de vos para que tu propia vida siga adelante. Nadie puede ser feliz de esa forma.
Jesús lo definió: “chispas divinas creadas a imagen y semejanza del Padre”, podés comprender tu derecho a ser feliz.
Sai Baba nos dice que la autoestima real, no es el orgullo, es la comprensión de quiénes somos.
Cuando logramos aceptar que somos seres divinos, comprendemos entonces que la felicidad es nuestro derecho, que la felicidad es nuestra naturaleza y nuestro destino.
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