Para no caer en la desesperación, hay que saber previamente que, sea lo que sea lo que deseemos realizar en la vida, incluso las mejores cosas, siempre tendremos que enfrentamos con el mal, bajo la forma de dificultades y obstáculos. Estar ciegos ante el mal es peligroso. Quien nunca prevé el mal, no toma precauciones, no hace nada para arreglar las cosas o neutralizarlas y termina cayendo en la trampa. Esta ingenuidad se paga siempre muy caro, y se paga, en primer lugar, con la desmoralización. Aquél que está lleno de ilusiones, cuando aparece la primera dificultad perderá el equilibrio y se derrumbará.
La desmoralización está siempre al acecho; sin embargo, existen métodos con los que afrontarla. Cuando empecéis a sentiros agobiados, abatidos, lo primero que debéis hacer, es pensar que este estado no durará demasiado. Durante un momento, refugiaos en algún lugar dentro de vosotros mismos, como si entrarais en invernación, y quedaros ahí hasta que volváis a sentir de nuevo el soplo de la vida. La desmoralización es como el invierno; pero después del invierno llega la primavera. Según los años, ésta llega más o menos temprano. Algunas veces llega muy tarde, pero siempre llega. Por ello no se debe perder jamás la esperanza. En un momento u otro, tarde o temprano, vuestro ímpetu, vuestra energía, volverán. ¡Cuántos han cedido unos instantes antes de que las fuerzas de la primavera resurgieran en ellos! Y es una lástima, porque finalmente se hubieran salvado, pero al no presentir este renacimiento se perdieron...
Estancarse en algo que no marcha bien, es muy perjudicial ya que así convertimos lo malo en peor. Cualesquiera que sean vuestros tormentos no dejéis que vuestro cielo interior se ensombrezca completamente. Decid: "Quizás todo no esté perdido, esperemos un poco más". Y paulatinamente, la oscuridad se disipará y el frío os abandonará.
Debemos saber que en la vida estamos siempre obligados a pasar por períodos dificiles, e incluso muy dificiles. Así es como ocurre en la tierra, necesariamente estamos sometidos a alternancias: el día y la noche, el calor y el frío, la alegría y la pena, la primavera y el invierno. Hay que aceptarlo y aprender a trabajar con estos elementos. Porque no os engañéis, cuando hayáis conseguido triunfar en algunas pruebas, vendrán otras. Pero fortalecidos por vuestras anteriores experiencias, podréis, cada vez, alcanzar la victoria.
No quiero decir con ello, que, ocurra lo que ocurra, hay que repetir ingenuamente: "Soy feliz, soy feliz". Simplemente os digo que las pruebas no son sinónimo de desgracias definitivas y que no os impedirán ser felices, lo cual es distinto. Es absolutamente imposible negar que el sufrimiento y la desgracia son realidades terribles.Pero en cualquier situación que os encontréis, podéis hacer un trabajo con el pensamiento que os permitirá resistir en medio de estas pruebas, e incluso salir de ellas enriquecidos. Y no guardaréis sólo para vosotros estas riquezas: con vuestra actitud, con vuestra manera de afrontar los acontecimientos, haréis partícipes de ellas a los demás.
¿Por qué creéis que la felicidad sólo puede llegar bajo la forma que esperáis? ¡ Se os presentan tantas posibilidades! Pero no las veis, no las queréis ver, os aferráis a vuestra propia idea.
Esperáis que determinada puerta se os abra, pero he ahí que permanece cerrada. Entonces, en lugar de lamentaros frente a esta puerta, pensad que, al lado, pueden haber otras que se abran.
Esperáis buenas cosas de alguien, que no tan solo no os las da, sino que incluso se muestra desagradable e ingrato con vosotros. Pues bien, en lugar de obsesionaros por esta decepción, observad mejor a vuestro alrededor; hay otras personas que, sin lugar a dudas, están deseosas de ayudaros; si permanecéis concentrados en vuestra decepción, preocupados únicamente en enviar malos pensamientos a quienes os han decepcionado, no veréis a estos otros amigos que se acercan a vosotros. También en este sentido las pruebas son útiles; os obligan a hacer o descubrir lo que no haríais y ni descubriríais sin ellas.
Tened muy en cuenta, por lo tanto, que a menudo es vuestra actitud negativa la que os ímpide encontrar soluciones a vuestras dificultades. Es por ello por lo que la vida seguirá sacudiéndoos diciendo: "Pero bueno, ¡eres ciego, sordo, reacciona, observa a tu alrededor todas las posibilidades que todavía se te presentan!" Y lo que os digo a vosotros, también me lo digo a mí mismo. Y, precisamente porque he pasado estas experiencias millones de veces, es por lo que puedo hablaros para ayudaros. ¿Creéis que podría hablaros como lo hago si no hubiera pasado yo también grandes pruebas?
Cuando, frente a ciertas dificultades presintáis el desánimo o la desesperación, no los consideréis como enemigos sin ningún derecho a atacaros. Desgraciadamente, tienen derecho a hacerlo. Hay, pues, que aceptar sus ataques sabiendo que, gracias a ellos, muchas cosas irán mejor después. Y, es cierto, después de una gran desesperación, tenéis nuevas energías. ¿De dónde vienen esas energías? Es la propia desmoralización la que os las trae. Sí, por supuesto, hay que ser prudentes y vigilar que esta desmoralización no sea más fuerte que vosotros, que no os arrastre como un potente torrente, y acabe ahogándoos. Aceptad vuestro desánimo como algo inevitable, pero siempre permaneced vigilantes. Ahí tenéis, aún, otro ejercicio.
A partir de ahora no os preocupéis en pedir que cese vuestro desánimo, sino en comprender este estado que aporta riquezas y tesoros inauditos: la primavera después del invierno.
Omraam Mikhaël Aïvanhov - EL DEBER de SER FELIZ
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