Universo. Concédeme el supremo gozo de ser útil. Ramayat.
Existe una verdad en la Filosofía Perenne que logra emocionar allí donde llega. Se dice que cuando un ser humano comienza el llamado camino iniciático, es decir, un camino hacia el nivel más profundo de su conciencia, pasa por etapas sucesivamente más despiertas en las que la lucidez y la sabiduría, tanto revelan como regalan. Se dice, asimismo, que una vez hecho el camino hacia el estado de Infinitud, se abren las puertas del llamado Nirvana. Se trata de un estado que conlleva la liberación del tiempo y el salto a la supraconciencia. El largo camino de la evolución ha llegado finalmente a su meta. Un punto en la vida en el que se extingue el sueño y la ilusión cesa. El caminante experimenta amor infinito y realiza que todos los seres son y viven como océano de totalidad y consciencia.
Sin embargo, este acceso a la esfera eterna no es del todo completo, ya que según las curiosas reglas de la tradición mística, se dice que el iniciado debe decidir permanecer o por el contrario volver, hasta que todos los seres sobre la Tierra accedan a la misma liberación que él experimenta. Se trata de un sacro-oficio gozoso por el que se regresa al plano ilusorio de las formas, aquel mundo antiguo en donde los seres humanos vagan esclavizados a las apariencias. Desde este instante, su vida cobra un nuevo sentido y el amor trasciende cualquier forma de pasión y se convierte en fraternal servicio al despertar.
Una vuelta en la que dejará atrás los retiros, las noches serenas y los silencios de tantas horas. Sabe que, de nuevo, entrará en el mundo del tiempo como otro ser humano cualquiera, pero ahora sabiéndose quién es y conociendo la finalidad que su vida conlleva. El iniciado decide volver, y justo antes de subirse de nuevo a la noria, recuerda que un día pasado, mirando un cielo lleno de estrellas, pidió al Universo el supremo gozo de servir a la existencia. Pidió ser capaz y competente para aliviar el sufrimiento que la ignorancia causa. Poco tiempo después, se sabe que nació alguien que, en su madurez, asistirá a la apertura de tiernas crisálidas. Se sabe que llegó un nuevo ginecólogo del alma.
El sentimiento de volver a la prisión mental, de manera voluntaria, para desempeñar la misión de servir, subyace en los grades mitos de la humanidad. Hermanos Mayores que descienden en naves espaciales. Grandes Maestros que vuelven a encarnar en figuras de Dalai-Lamas. Almas Grandes que vienen a la Tierra a descubrir algo que beneficia y alivia a una humanidad que vaga dormida entre las sombras. Son seres sabedores de que el viaje por este planeta puede realizarse de muchas formas, pero todas ellas se esfuerzan por evitar el sufrimiento y encontrar la paz que anhelan.
Muchos viajeros piensan que cuantas más posesiones acumulen, podrán comprar la felicidad, aunque ésta sea muy cara. Otros apuestan por el poder y el prestigio, creyendo que la fama les dará oportunidades para ser queridos, evitando la soledad y tapando las carencias de su alma. Otros acumulan conocimientos, creyendo que cada nuevo dato que incorporen logrará en sus corazones la paz y sabiduría que les falta. Y otros se apuntan al Gran Juego del Despertar a lo Real mientras comparten sus descubrimientos con otras gentes que también buscan y parece que no encuentran.
Muchas personas, al cruzar la última puerta, gozan sintiendo que el rastro dejado a lo largo de su vida ha sido un regalo para los que siguen viviendo sobre este planeta. Un regalo por el que dar las gracias. Gracias por descubrir medicinas y desarrollo, por pintar y esculpir la belleza, por crear música para la eternidad y por nombrar en sonetos la vida eterna. Y gracias a los Seres Lúcidos y a los Grandes de Corazón por dejar un ejemplo de sus vidas como mapas de camino de vuelta a casa.
José María Doria.
Existe una verdad en la Filosofía Perenne que logra emocionar allí donde llega. Se dice que cuando un ser humano comienza el llamado camino iniciático, es decir, un camino hacia el nivel más profundo de su conciencia, pasa por etapas sucesivamente más despiertas en las que la lucidez y la sabiduría, tanto revelan como regalan. Se dice, asimismo, que una vez hecho el camino hacia el estado de Infinitud, se abren las puertas del llamado Nirvana. Se trata de un estado que conlleva la liberación del tiempo y el salto a la supraconciencia. El largo camino de la evolución ha llegado finalmente a su meta. Un punto en la vida en el que se extingue el sueño y la ilusión cesa. El caminante experimenta amor infinito y realiza que todos los seres son y viven como océano de totalidad y consciencia.
Sin embargo, este acceso a la esfera eterna no es del todo completo, ya que según las curiosas reglas de la tradición mística, se dice que el iniciado debe decidir permanecer o por el contrario volver, hasta que todos los seres sobre la Tierra accedan a la misma liberación que él experimenta. Se trata de un sacro-oficio gozoso por el que se regresa al plano ilusorio de las formas, aquel mundo antiguo en donde los seres humanos vagan esclavizados a las apariencias. Desde este instante, su vida cobra un nuevo sentido y el amor trasciende cualquier forma de pasión y se convierte en fraternal servicio al despertar.
Una vuelta en la que dejará atrás los retiros, las noches serenas y los silencios de tantas horas. Sabe que, de nuevo, entrará en el mundo del tiempo como otro ser humano cualquiera, pero ahora sabiéndose quién es y conociendo la finalidad que su vida conlleva. El iniciado decide volver, y justo antes de subirse de nuevo a la noria, recuerda que un día pasado, mirando un cielo lleno de estrellas, pidió al Universo el supremo gozo de servir a la existencia. Pidió ser capaz y competente para aliviar el sufrimiento que la ignorancia causa. Poco tiempo después, se sabe que nació alguien que, en su madurez, asistirá a la apertura de tiernas crisálidas. Se sabe que llegó un nuevo ginecólogo del alma.
El sentimiento de volver a la prisión mental, de manera voluntaria, para desempeñar la misión de servir, subyace en los grades mitos de la humanidad. Hermanos Mayores que descienden en naves espaciales. Grandes Maestros que vuelven a encarnar en figuras de Dalai-Lamas. Almas Grandes que vienen a la Tierra a descubrir algo que beneficia y alivia a una humanidad que vaga dormida entre las sombras. Son seres sabedores de que el viaje por este planeta puede realizarse de muchas formas, pero todas ellas se esfuerzan por evitar el sufrimiento y encontrar la paz que anhelan.
Muchos viajeros piensan que cuantas más posesiones acumulen, podrán comprar la felicidad, aunque ésta sea muy cara. Otros apuestan por el poder y el prestigio, creyendo que la fama les dará oportunidades para ser queridos, evitando la soledad y tapando las carencias de su alma. Otros acumulan conocimientos, creyendo que cada nuevo dato que incorporen logrará en sus corazones la paz y sabiduría que les falta. Y otros se apuntan al Gran Juego del Despertar a lo Real mientras comparten sus descubrimientos con otras gentes que también buscan y parece que no encuentran.
Muchas personas, al cruzar la última puerta, gozan sintiendo que el rastro dejado a lo largo de su vida ha sido un regalo para los que siguen viviendo sobre este planeta. Un regalo por el que dar las gracias. Gracias por descubrir medicinas y desarrollo, por pintar y esculpir la belleza, por crear música para la eternidad y por nombrar en sonetos la vida eterna. Y gracias a los Seres Lúcidos y a los Grandes de Corazón por dejar un ejemplo de sus vidas como mapas de camino de vuelta a casa.
José María Doria.
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