A los que quieren tender puentes con los demás.Un buen hombre vino un día a exponerme un problema que tenía en su matrimonio, escuché atentamente todo su planteamiento. Según él su pareja lo quería abandonar porque ya no lo amaba, por supuesto le echaba toda la culpa a ella. Me manifestó su deseo de salvar su hogar, aunque su esposa estaba decidida a divorciarse, y que le gustaría que yo hablara con ella a ver si desistía de esa idea, aunque al mismo tiempo expresaba: “Lo veo muy difícil, mi esposa no quiere que ninguna persona ayude en este conflicto”.
Después de que se desahogó y de darle mi punto de vista, le dije: “Dile a tu esposa que quiero escucharla”.
_ Sí padre _ me dijo _, le voy a decir que usted quiere hablar con ella.
_ No, no le digas así, dile: “Hablé con el padre y él quiere escucharte a ti también”.
_ Se lo diré pero sé que ésa no va a venir.
_ Pero acuérdate, dile que la quiero escuchar. ¿Cómo le vas a decir? _ insistí mucho en esto porque me di cuenta de que este hombre era bueno y amaba a su mujer pero no sabía escucharla.
_ Le voy a decir que usted quiere hablar con ella pero no va a venir, lo sé.
_ No, así no. Es así, grábatelo bien: “Hablé con el padre y él quiere escucharte a ti también”. ¿Cómo le vas a decir? _ el hombre repitió de nuevo la frase. Al salir acotó: “Así se lo diré pero yo sé que no va a venir, esa mujer es sorda como una mula y no quiere escuchar a nadie”.
Al día siguiente vino la señora, sentí que tenía ansias de ser escuchada. Su marido no tomaba en cuenta sus planteamientos, lo que hacía era atacarla con palabras, actitudes y hechos. Al paso del tiempo se reconciliaron porque todo es cuestión de tiempo, tu pareja no se alejó de ti de un día a otro y tampoco se va a acercar de un momento a otro. Tu relación se echó a perder con el paso del tiempo pero no por éste, sino por lo que tú hiciste o dejaste de hacer. Sólo al paso del tiempo se arreglará pero haciendo algo distinto a lo que estabas acostumbrado, andando otros pasos; no le dejes todo al tiempo porque éste no tiene nada que ver.
Analizando todo me di cuenta de que su marido nunca la había escuchado.
¡Cuántas necesidad tenemos de que alguien nos escuche!
No hables tanto con tu hijo, escúchalo.
No hables tanto con tu pareja, escúchala.
No hables tanto, escucha.
En un ambiente de conflicto no le digas a ninguna persona “quiero hablar contigo”, sino “quiero escucharte” porque lo primero suena a un ataque y si así suena es porque lo es. Todo el mundo se defiende cuando lo atacan o cuando se siente atacado porque considera que es su derecho. En cambio, “quiero escucharte” invita a que esa persona se abra porque siente que tú estás interesado en ella. Escucha a los demás, y te saldrán palabras adecuadas para que te escuchen a ti también. Cuando uno se siente atacado se vuelve sordo, y también cuando uno es el que ataca.
Un día escuché un cuento que tiene que ver con esto: una vez un científico hizo el siguiente experimento. Agarro una ranita y la colocó en la mesa de su laboratorio. “Salta” le dijo, ella saltó. “La ranita salta cuando tiene cuatro patitas”, escribió en su informe. Luego le quitó una de las patitas y le repitió lo mismo: “Salta”, la ranita saltó con tres patas. Esto escribió el científico. Ya así le fue quitando patita por patita y ella saltó con tres, con dos y con una… hasta que no le quedó ninguna. Entonces le dijo: “Salta… salta… ¡salta!”, por supuesto, ella permanecía inmóvil. Como conclusión científica el experimento escribió: “Cuando a la ranita se le cortan las cuatro patitas, se vuelve sorda”.
Cuando alguien es atacado se vuelve sordo y el que ataca, sordo y ciego.
Ricardo Bulmez.
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