No hace falta un día en el calendario para señalar que hemos de expresar el amor. No hace falta que existan los regalos, ni que las palabras bonitas se derrochen hoy para cubrir de rosas lo que se siente.
El amor no necesita nada ni de nadie para sobrevivir. Se basta a sí mismo. Se retroalimenta continuamente y para ello ni siquiera debe estar presente, ni ausente, la persona amada.
El amor siempre crea. Una y otra vez. En uno y otro tiempo. No requiere contraprestaciones, ni sabe de intereses, ni se esconde en los brillos de los precios, ni en el esplendor de lo aparente. El amor ES y sabe SER aún cuando el que ama parece que se ha ido. Nadie puede abandonarlo sin su permiso. Nadie darle de lado si él no está de acuerdo. El abandono es una falacia cuando él ha vencido. Ni el desdén, ni el rechazo, ni la indiferencia pueden arrinconarlo. Por encima del sujeto amado está él y luce con luz propia. Encaramado en lo alto de nuestra alma puede permanecer mudo, ciego, quieto y silencioso pero siempre presente y determinante.
El amor brota sin cesar cuando piensa, idea, maquina, recrea, ensueña y fascina la mente. Hace siervo al corazón y encadena para siempre la razón. Cuando está presente juega sin medida en la plenitud de saberse dueño. Amo de la admiración, estratega de la cordura y tesorero del inmenso poder de la ilusión.
Tan solo su presencia nos imanta y nos deja pegados a sus labios de nata. Suave y zalamero, tierno y afable o arrebatador e indolente se pasea por al almenas de nuestro castillo para someternos a sus arrebatadores delirios. Dispuesto siempre a demostrarnos que no depende de nosotros; una y otra vez, nos toma de la mano para lanzarnos al infinito desde el abismo del desprecio o desde la cima del entusiasmo.
Nunca duerme, siempre está alerta. En ocasiones su descanso es nuestro espejismo. Cuando creemos que no volverá más, nos sacude para recordarnos que nunca se fue. Y entonces, lentamente, recorremos de nuevo los laberintos de su interior para aprender mejor la lección que está pendiente: que el amor y la admiración van de la mano y que sin ella…el amor tiene siempre un nombre distinto.
El amor no necesita nada ni de nadie para sobrevivir. Se basta a sí mismo. Se retroalimenta continuamente y para ello ni siquiera debe estar presente, ni ausente, la persona amada.
El amor siempre crea. Una y otra vez. En uno y otro tiempo. No requiere contraprestaciones, ni sabe de intereses, ni se esconde en los brillos de los precios, ni en el esplendor de lo aparente. El amor ES y sabe SER aún cuando el que ama parece que se ha ido. Nadie puede abandonarlo sin su permiso. Nadie darle de lado si él no está de acuerdo. El abandono es una falacia cuando él ha vencido. Ni el desdén, ni el rechazo, ni la indiferencia pueden arrinconarlo. Por encima del sujeto amado está él y luce con luz propia. Encaramado en lo alto de nuestra alma puede permanecer mudo, ciego, quieto y silencioso pero siempre presente y determinante.
El amor brota sin cesar cuando piensa, idea, maquina, recrea, ensueña y fascina la mente. Hace siervo al corazón y encadena para siempre la razón. Cuando está presente juega sin medida en la plenitud de saberse dueño. Amo de la admiración, estratega de la cordura y tesorero del inmenso poder de la ilusión.
Tan solo su presencia nos imanta y nos deja pegados a sus labios de nata. Suave y zalamero, tierno y afable o arrebatador e indolente se pasea por al almenas de nuestro castillo para someternos a sus arrebatadores delirios. Dispuesto siempre a demostrarnos que no depende de nosotros; una y otra vez, nos toma de la mano para lanzarnos al infinito desde el abismo del desprecio o desde la cima del entusiasmo.
Nunca duerme, siempre está alerta. En ocasiones su descanso es nuestro espejismo. Cuando creemos que no volverá más, nos sacude para recordarnos que nunca se fue. Y entonces, lentamente, recorremos de nuevo los laberintos de su interior para aprender mejor la lección que está pendiente: que el amor y la admiración van de la mano y que sin ella…el amor tiene siempre un nombre distinto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario