(extracto de libro "La Nueva Visión Espiritual", de James Redfield)
Tal vez el mayor desafío para los que empezamos a vivir la nueva conciencia espiritual sea relacionarnos con los escépticos. Una vez que nos abrimos a la realidad de la sincronicidad(1), a todos nos pasa a veces que hablamos con alguien que reacciona de manera negativa a nuestras creencias y cuestiona directamente la validez de nuestras experiencias. Si bien el número de escépticos disminuye, todavía hay montones de seguidores de la vieja cosmovisión materialista para los cuales las conversaciones sobre lo místico son ridículas e infundadas. Estas discusiones amenazan sus creencias lógicas sobre lo que es real y racional en el mundo natural.
Los escépticos que encontramos se dividen en dos grandes categorías. El grupo más amplio es el de los que adoptan una posición escéptica no porque hayan investigado en forma exhaustiva la amplia gama de encuentros místicos sobre los cuales oyen hablar, sino porque no lo han hecho. No tienen el tiempo o la voluntad para analizar esas experiencias, y entonces adoptan la postura que les resulta más segura sobre el tema: calificarlo de absurdo. En general, estos escépticos viven y trabajan entre muchas personas que dudan, que critican cualquier creación o afirmación nueva y que usan el ridículo como medio para adquirir poder personal sobre los demás. En ese tipo de ambiente, la mayoría de las personas adopta una posición estrictamente convencional para evitar el conflicto.
El otro tipo de escéptico que encontramos es el verdadero seguidor del materialismo científico. Ésta es una persona que puede llegar a investigar hasta cierto punto el terreno de la experiencia mística pero que siempre retorna a las barricadas del materialismo, exigiendo una prueba objetiva de dichas afirmaciones. Los argumentos que indican que las experiencias místicas han tenido carácter coherente durante largos períodos de la historia o que miles de personas sin ninguna relación entre sí señalan lo mismo o que los estudios estadísticos han mostrado reiteradas veces que la capacidad intuitiva y psíquica es un hecho natural, todo cae en oídos sordos.
Varios enfoques han demostrado ser eficaces para enfrentar a los escépticos. En primer lugar, debemos recordar que un grado de escepticismo es, de hecho, importante. No hay que tomar una idea de moda al pie de la letra y todos debemos contemplar con ojo crítico cualquier afirmación sobre la naturaleza de la realidad.
Sin embargo, no debemos olvidar que este principio tiene un corolario igualmente importante que a menudo se olvida: mantener la mente lo bastante abierta para considerar el fenómeno en cuestión. Mantener este equilibrio entre escepticismo y apertura resulta en especial difícil cuando el fenómeno involucra nuestra psicología o espiritualidad interior.
Hay otros dos puntos importantes para mantener las conversaciones en un tono amistoso y avanzar hacia áreas de coincidencia. Me atrevería a decir que casi todos los que ahora experimentan percepciones de naturaleza espiritual o mística fueron escépticos extremos en algún momento. En este sentido, todos somos ex escépticos, y tal vez sea importante que recordemos una vez más que el proceso de apertura al lado místico de la vida está produciéndose sobre todo a través de la interacción personal; vemos a otro que toma seriamente la idea de la experiencia espiritual y entonces decidimos investigar la cuestión nosotros también.
Por eso debemos tomar en serio cada conversación. Nuestra comunicación franca puede llegar a ser el testimonio que haga ceder la posición afianzada de otra persona. Y ¿sabe una cosa? También puede ocurrir lo contrario: es posible que el escéptico con el que hablamos tenga razón en determinado tema. Los que analizamos los potenciales de la experiencia humana no estamos haciendo nada si no estamos comprometidos con un proceso bilateral de desarrollo de consenso. Todos debemos escuchar para aprender. Lo que asegura un punto de vista debatido con amplitud y mantiene nuestra perspectiva amplia es el diálogo abierto.
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