El egoísmo positivo consiste en procurar estar bien nosotros a fin de poder
estar bien con los demás. El egoísmo destructivo, es intentar estar uno bien
aunque sea a costa de que los demás estén mal y la generosidad destructiva,
es el intento patológico de procurar que todos estén bien porque, de no ser así,
uno está mal. Y esta es una misión imposible. Si ya es difícil gobernar la propia
vida ¿cómo no darse cuenta de que es totalmente inviable intentar controlar la
vida de todos? Aun así, hay muchas personas que viven con este propósito.
En algún lugar debemos colocar los límites y este lugar no puede ir más lejos
de aquel punto en el que uno ve que su salud física, mental y emocional
peligra. Los límites son necesarios para no tener que levantar barreras de
protección que pueden acabar aislándonos. Han de ser flexibles y ampliarse o
reducirse en función del nivel de confianza y de intimidad que tenemos con
cada familiar. Se trata de ser selectivo respecto a su amplitud y a su acceso
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