Nos ahogan. Las conferencias, los anuncios, las protestas, las manifestaciones, no parecen hechos capaces de mejorar el mutuo entendimiento. A su modo, cada uno pretende ser un mantenedor de la paz, un profeta de un mundo mejor. Nadie, sin embargo, parece dispuesto a "perdonar", a "hacer las paces". Nadie parece decidido a corregirse a sí mismo. Todo el mundo quiere comenzar por los demás. Todo el mundo quiere juzgar, acusar, encontrar responsables. Estamos en Babel. estamos poseídos del espíritu de Babel, espíritu de confusión, de demolición, de turbación.
¿Por qué no probamos, aunque sólo sea una vez, a hacer en nosotros un poco de silencio para buscar el Espíritu de la luz, el Espíritu de Dios, el Espíritu del Amor? Si El comienza a habitar y a trabajar en nuestro corazón, recogeremos también los frutos. Son frutos deliciosos. Se llaman: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, dulzura y sencillez.
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