sábado, 3 de septiembre de 2011

¿VIVES CARGANDO LA VIDA DE LOS OTROS?...♥



Una de las características más notables de la Nueva Energía es el énfasis en la necesidad de asumir totalmente la responsabilidad por la propia vida. Esto implica muchísimas veces… dejar de hacerlo por la de los demás.

Diferenciando la compasión y el amor, encuentro que la mayoría de las personas hallan propósito, consuelo, distracción, culpa, gratificación, de todo un poco, en esto de tomar los asuntos de los otros en sus manos. Hace unos años, una mujer vino a terapia porque no daba más, aguantando estructuras que ya no eran soportables. Me dijo que lo hacía “por su hija”. Le dije que así no funcionaba la cosa, que tenía que hacer un cambio por ella misma. “Ah, no, si es por mí, yo me pego un tiro, a mí no me interesa nada, yo no valgo el esfuerzo”.

“Ya no sé qué hacer por él/ella” es otra frase repetida. Cuando les digo: “Nada, no hagas nada”, se sorprenden o, más aún, se escandalizan. Tienen que hacer algo: proporcionar dinero; hacer de niñera o mucama; escuchar quejas y lamentos continuos; atender en enfermedades; ocultar situaciones: esto es común en las mujeres con sus esposos con respecto a los hijos: “él no se tiene que enterar de esto porque se enfurecería o le daría un ataque cardíaco o lo que sea”, de esta forma no sólo se transforman en la que carga con los secretos sino también en la que tiene el control emocional de la familia.

No sé muy bien de adónde salió esta compulsión (seguramente algún mandato religioso), pero no sirve a nadie. En primer lugar, no sirve a quien pretendemos ayudar. Los volvemos débiles, necesitados, vagos, inseguros, aprovechados. Les sacamos la oportunidad de resolver por sí mismos lo que desean, de lo que son capaces, lo que saben, lo que son en definitiva. Nunca averiguan cuán fuertes, sensibles, motivados, inteligentes, creativos podrían ser. Y, varias veces, terminan resentidos por tanta ayuda: se sienten en una posición humillante, son los que “no pueden”.

¿Por qué no nos sirve a nosotros? Porque, al estar ocupados en los demás, no nos ocupamos verdaderamente de nosotros. Alimentamos las excusas perfectas: no tenemos tiempo, dinero, ganas. Por otro lado, eso nos coloca en una posición “superior”, somos los buenos, los que saben, los que ganan puntos en el Paraíso. Y algo fundamental: nos salva de sufrir. Si el otro no sufre porque le evitamos el sufrimiento, nosotros tampoco sufriremos. Es una ilusión, por supuesto. Esta construcción inconciente termina cayéndose e igual tenemos que vérnosla con lo que deseamos evitar.

Deja de poner la mirada en el afuera y mira dentro de ti. Ocúpate de tu propia felicidad y creatividad y así contribuirás a las de los otros. Pon compasión en las interacciones de los demás, tanto como en las tuyas. Eres un ser maravilloso, digno de toda clase de abundancia. Dios te ha creado para expandir su amor y creación.

LAURA FOLETTO

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