¿Cuán a menudo has mirado hacia el pasado al final de una relación y has pensado: “¿¡Qué vi en esta persona!?”. No te sientas tan mal. No estás solo. Lo cierto es que no ver lo que tenemos delante de nuestras narices forma parte de la naturaleza humana.
“Tienen ojos pero no ven”. El Rey David sabía de lo que estaba hablando cuando escribió estas palabras hace mucho tiempo.
La cuestión es: ¿por qué no podemos verlo? Porque somos adictos. Adictos al yo. Mi padre y maestro, el Kabbalista Rav Berg, dice que nuestra alma sabe todo lo que necesita saber, pero lo ocultamos con nuestros pensamientos obsesivos sobre nosotros mismos. “No puedo creer lo que me ha dicho”, “¿Qué pensarán de mí?”, “¿Por qué no me están prestando atención?”.
Esta obsesión con nosotros mismos es como una pantalla de humo que bloquea lo que está sucediendo ahí fuera.
El secreto para olvidarnos de nosotros mismos es aprender a ver primero a los demás y después a nosotros. Sólo entonces podemos tener el mérito de elevarnos por encima de las limitaciones de nuestros cinco sentidos y hacer caso de nuestro sexto sentido. Este sexto sentido es nuestra capacidad para percibir lo que nuestros ojos no pueden ver. Se trata de recibir las respuestas a las preguntas que estamos constantemente planteando. Y esta es la esencia de lo que estamos aprendiendo de la Kabbalah. Recuerda, la palabra Kabbalah viene de la radical kibel, que significa “recibir”. Y recibimos cuando nos conectamos con la Luz, no con el intelecto.
Esta semana, las fuerzas del universo nos están empujando a expandir nuestra visión. Para conectar con esta influencia positiva, debemos hacer lo que los kabbalistas han hecho durante milenios: enfocarnos en los demás. Créeme, es una batalla continua. Yo tengo que trabajar en ello todo el tiempo, recordándome constantemente que debo salir de la conciencia del “yo”. Eso es literalmente lo que hago. Me digo a mí mismo: “enfócate en esta persona, enfócate en esta persona, enfócate en esta persona”. ¿Y sabes qué? Funciona. Claro, treinta segundos más tarde tengo que repetirlo de Nuevo, pero lo hago. Lo hago porque sé que la alegría, la salud y la seguridad que quiero para mi familia, amigos, estudiantes –y para el mundo– depende de mi conexión con la Fuerza de Luz del Creador. Y esta conexión depende de mi conexión contigo.
Así que, ¿Cómo estás hoy?
Todo lo mejor,
Yehuda
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