jueves, 14 de julio de 2011

HIJOS DE REEMPLAZO...☼

El miedo al sufrimiento por el hijo muerto, lleva inconscientemente a los padres a concebir un nuevo hijo que suplante al anterior.
Cuando los padres asisten al fallecimiento de un hijo (puede ser a consecuencia de aborto,  complicación en el parto, a un accidente o a una enfermedad infantil), el mecanismo autosanador del duelo supondría padecer el dolor extremo de  aceptar la pérdida. Muchos padres evitan ese camino y muy pronto se puede activar en ellos una estrategia que consiste en concebir a otro hijo que reemplace al muerto. El nuevo bebé nace con el contrato de llenar el vacío que su hermano dejó: “Para existir y que mis padres me amen, debo ser mi hermano”.
En la mayoría de los casos nace con el mismo sexo y se le bautiza con el mismo nombre. Las fechas de concepción y nacimiento también pueden coincidir con las mismas del fallecido, con las de su misma muerte o entierro. En lugar de despedir al muerto, su identidad se “instala” en el recién nacido, de modo que se bloquea el luto por el primero.
Un niño que fallece se mitifica, es un ángel, un bendito que hubiese satisfecho todas las necesidades de la familia. El hijo de reemplazo vivirá con culpa y frustración no estar a la altura de ese al que sustituye y puede desarrollar lo que llamamos una neurosis de fracaso.

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