Había una vez , en una zona de altas montañas, una águila que enseñaba
a su pichón a volar.
Aquellos días de verano eran benignos y de cielo despejado. Un día, llegado
el otoño, el cielo se cubrió de densas nubes negras. El pichón, acostumbrado
a ver el cielo y el sol, pegó un grito de desesperación. No veía ese manto
celeste con su sol resplandeciente. El águila, viendo esto, le pidió que le
acompañara. Juntas remontaron vuelo en dirección a las nubes. Luego de una
trabajosa travesía, ambas estaban por encima de las nubes. El pichón estaba
loco de alegría,se había superpuesto a esas negras nubes que le ocultaban su
sol y su manto azul.
Moraleja:
Creo que a veces debiéramos desplegar nuestras alas y animarnos a volar más alto.
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