Era un sujeto que vivió amorosamente toda su vida. Cuando murió, todo el mundo decía que él iría al cielo, pues un hombre tan bondadoso solamente podría ir al Paraíso.
En aquella época el cielo todavía no había pasado por un programa de calidad total. La recepción no funcionaba muy bien, y quien lo atendió dio una ojeada rápida a las fichas de entrada, pero como no vio su nombre en la lista, le orientó para que pudiera llegar al infierno. Y como en el infierno nadie pedía identificación, ni invitación (cualquiera que llegara era invitado a entrar), el sujeto entró y se quedó. Algunos días después Lucifer llegó furioso a las puertas del Paraíso y le dijo a San Pedro:
-”¡Eso que me estás haciendo es puro terrorismo! Mandaste aquel sujeto al infierno y él me está desmoralizando. Llegó escuchando a las personas, mirándolas a los ojos, conversando con ellas, amando a todos, abrazándose, besándose. El infierno no es lugar para eso, por favor trae a ese sujeto urgente para acá!!!
“Vive con tanto amor en el corazón que, si por error vas a parar al infierno, el propio demonio te lleve de vuelta al Paraíso
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