miércoles, 18 de septiembre de 2013

Sincronicidades por Tom Kenyon...♥La Provocadora de Incendios





Sincronicidades
por Tom Kenyon

Traducción: M. Cristina Cáffaro
Puede que las hayas experimentado tú mismo – esas raras “coincidencias que de algún modo parecen ser más que mera coincidencia. Te dejan una extraña sensación, como si, tal vez, hubieras caído dentro de un episodio deTwilight Zone.
Llevo más de tres décadas observando y estudiando las sincronicidades. Me han intrigado y me han desafiado. Como otros muchos, he experimentado unas cuantas. Pero como psicoterapeuta, he encontrado muchas más, tal vez cientos, en mi consultorio y en los talleres.
Las sincronicidades son resultado de una conexión honda, profunda, entre la consciencia y nuestro mundo de la materia. Pero esta conexión desafía a nuestro sentido normal de lo lógico.
Entre mis veinte y treinta años, me perturbaba la naturaleza paradójica de las sincronicidades. Pero ya no creo que la lógica sea el dios inapelable que antes me parecía. Algunas cosas no son ni blancas ni negras, y nuestras ideas de cómo funciona el universo sólo son ideas.
Hace poco conocí en Suiza a un físico que me dio su visión de la ciencia y la percepción humana. Me encantó su analogía, de modo que la transmito. Dijo que somos como niños que observan a papá y mamá jugando a los naipes. Mientras juegan a la canasta, por observación calculamos algunas de las reglas. Sin embargo de repente cambian el juego, y empiezan un póquer. Han cambiado las reglas, y nosotros quedamos confundidos. La ciencia es el acto de observar el juego de naipes cósmico y tratar de entender las reglas. De acuerdo a él, no hay leyes cósmicas. Lo que parece una ley puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos cuando el jugador cambia de juego.
Mis encuentros con las sincronicidades han cambiado “el juego” para mí de formas muy reales. Yo había experimentado unas cuantas a mis veinte años, pero durante mi práctica como psicoterapeuta graduado desaparecieron. Yo estaba concentrado en ser un profesional, no tenía lugar para coincidencias extrañas. En esa época ni siquiera sabía que hubiera una palabra para nombrar a esos raros sucesos. Mientras desarrollaba mi práctica privada estaba muy satisfecho – bien, gracias - con mi pequeña versión propia del “juego”. Tenía bien determinado mi nicho blanco y negro. Era un psicoterapeuta exitoso y tenía una lista de clientes en espera para verme. Me sentía seguro, cómodo, en mi posición. Aunque ocasionalmente todavía aparecían eventos sincrónicos, no sentía que amenazaran en absoluto a mi visión lógica del universo. Y entonces llegó ella. Enviada por otro terapeuta, Sue (no es su verdadero nombre) venía a consultarme por una depresión y paranoia de larga data.
La Provocadora de Incendios
En su primera sesión, Sue me contó que a su alrededor solían iniciarse incendios inexplicablemente. Este inicio de fuegos insólitos era fuente de gran consternación para ella, y su presencia envarada se correspndía con una personalidad de tipo paranoide.
Como terapeuta basado en la lógica, asumí que ella simplemente se engañaba con esto del fuego, pero la alenté a seguir hablando. Parece que cuando tenía unos siete años, accidentalmente quemó la casa familiar hasta sus cimientos. Desde entonces tenía miedo del fuego, especialmente del que parecía inciarse en su cercanía sin causa aparente.
Ahora bien, yo solía tener una vela prendida en mi consultorio, símbolo y recordatorio de “la luz de la consciencia”, luz que yo me esforzaba por lograr para mis clientes así como para mí. Esta vela estaba sobre una carpeta encima de la chimenea. Mientras estábamos hablando, oí una extraña explosión en mi consultorio. Al buscar, vicon horror que la vela había explotado y la cera en llamas corría por la carpeta. Sin poder creerlo, vi un río de cera ardiente cayendo sobre el piso de madera. Salté de mi silla y apagué el fuego. Ella soltó un “¡Se lo dije!”
Le aseguré que esto era simplemente una coincidencia extraordinaria, y que estas cosas no suceden en la realidad. (Más tarde llegué a creer que no hay una sola realidad. Concuerdo con Chomsky en que sólo hay realidades perceptuales y que cada persona tiene la suya. Pero en aquel entonces estaba convencido de que había una realidad consensual que se podía usar como medida de todas las cosas). Armado con la cómoda justificación de mi percepción, le aseguré que yo podía ayudarla a librarse de la culpa por su incidente de la infancia así como de la ilusión de que ella era una provocadora involuntaria de incendios.
Programamos otra sesión para la semana siguiente.
Durante nuestra segunda sesión, mientras comentábamos los detalles del incendio de su infancia, oí el sonido de sirenas. Al asomarme a la ventana del consultorio, ví carros de bomberos frenando ante la casa del otro lado de la calle. ¡Se había prendido fuego!
Le aseguré a mi desesperada clienta que, aunque admitía que esto era una coincidencia muy, muy bizarra, no era más que una coincidencia. No estaba y no podía estar conectada lógicamente con su relato del incidente de su infancia, aun cuando el incidente implicaba haber quemado la casa familiar. Le mostré cómo llevar un diario con su niña interior cargada de culpa, y le pedí que trajera el diario cuando nos volviéramos a encontrar. Programamos para la semana siguiente.
Durante esos días traté de convencerme de que mi plan terapéutico para esta clienta era el curso de acción correcto. La mayor parte de las teorías terapéuticas estaban de mi lado. El trabajo terapéutico era claro: hacerla revivir ese evento suprimido de la infancia y hablar de ello, desenvolver su energía atrapada en la psiquis, tratar de traer a la mente conciente la agitación que estaba retenida en el subconciente. Al hacerlo, se purgaría la culpa. También continuaría desensibilizándola con respecto al fuego, prendiendo otra vela y demostrándole así que yo confiaba en mi afirmación de que eso de provocar incendios era sólo una falsa ilusión.
Cuando llegó nuestra tercera sesión, yo estaba un poco nervioso. Prendí la vela y me senté en mi sillón. Empezamos a hablar de sus sentimientos sobre su infancia y sobre nuestros dos encuentros recientes. La conversación era muy emotiva de su parte y juntos pudimos tocar sentimientos muy profundos. Sentí que había llegado el momento terapéutico y la conduje a un ligero estado hipnótico con objeto de revivir el incidente de la infancia.
La sesión llegaba a su fin. No habían surgido fuegos en mi consultorio ni al otro lado de la calle. Estaba por anunciarle esto, victorioso, cuando – y juro que es verdad – una camioneta nueva se incendió justo frente a mi consultorio. Había venido a parar cerca de la intersección donde estaba mi consultorio y ¡estalló en llamas!
Tartamudeando palabras de consuelo para ella, observé débilmente que el fuego se había mudado un poco más lejos de nosotros, lo que tal vez indicaba que estábamos progresando.
Acordamos otra sesión. La próxima vez, una clienta muy nerviosa llegó al consultorio de un terapeuta muy nervioso. Pero nada sucedió. Y no volvió a suceder nada. Su trabajo de esas cuatro semanas transformaron el estigma de su infancia, y el extraño fenómeno de tipo poltergeist a su alrededor había llegado a su fin.
Nuestro trabajo conjunto había tenido éxito, pero yo me sentía incómodo. Mi cerebro lógico me dolía por tratar de entender este encuentro. ¿Sería posible que una consciencia humana realmente creara algo como incendios espontáneos? Me dije que tales cosas no eran reales, sólo eran coincidencias bizarras.
A pesar de mis intentos de auto-consuelo, la sensación incómoda no se iba. Mi entrenamiento profesional nunca había siquiera sugerido que tales cosas pudieran ocurrir en el proceso terapéutico. Sencillamente yo no tenía un marco conceptual para eventos tan raros.
Durante el año siguiente, seguí recibiendo clientes enviados por sus extraños dilemas psicológicos. El trabajo terapéutico a menudo requería entrar en el terreno transpersonal. Por ejemplo: a veces la resolución de un problema psicológico actual se remontaba a una “aparente” vida pasada. Digo “aparente” porque no hay forma de verificar científicamente si una experiencia es de una vida pasada auténtica o es una metáfora creada por la mentesubconciente. He descubierto, de todos modos, que determinar la autenticidad de un recuerdo de una vida pasada no es lo importante, sino que cambie la conducta psicológica en el presente. Como solía decir mi abuela, la prueba está en el budín, pero – volviendo a mi consultorio: las coincidencias raras brotaban de todas partes como hongos en primavera.
Entonces experimenté algo que realmente me partió la cabeza.

El Lagarto Interior...(continúa )

www.tomkenyon.com



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