-Si se lo toman todo, no va a quedar nada para la santificación.
-Pon fin a la fiesta – respondió el rabino.
La mujer fue hasta la sala donde los discípulos bebían. Pero, nada más abrir la puerta, cambió de idea y regresó adonde estaba su marido.
-Estaban bailando, cantando y alegrándose con la vida –explicó la mujer–. No he tenido valor.
-Lo has entendido todo: es así como Dios recibe la gratitud de su pueblo, alegrándose porque ellos están contentos. Vuelve allí y sírveles más vino a mis discípulos.
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