miércoles, 1 de mayo de 2013

- ENCONTRANDO EN OTRAS PERSONAS LO QUE HEMOS PERDIDO..(GREGG BRADEN)

-

Cuando nos encontramos en estas situaciones, nos enfrentamos ante oportunidad poderosa de conocernos de una manera muy especial, es decir, si reconocemos de lo que trata el momento. Si no lo hacemos, entonces, como descubrió mi amigo el ingeniero, este tipo de conexión puede volverse algo muy confuso ¡y hasta atemorizante! El secreto de dichos encuentros es la esencia del misterio del tercer espejo.

Para sobrevivir en nuestras vidas, todos hemos comprometido grandes partes de lo que somos. Cada vez que lo hacemos, perdemos algo por dentro de forma sociablemente aceptable, pero así y todo dolorosa. Asumir el papel de adultos y dejar ir la infancia tras una ruptura familiar; perder la identidad racial al fundirse las culturas y sobrevivir un trauma de nuestra juventud reprimiendo las emociones de dolor, ira y cólera son ejemplos de partes de nosotros mismos que perdemos.

¿Por qué haríamos algo así? ¿Por que traicionaríamos nuestras creencias, amor, confianza y compasión sabiendo que son la pura esencia de lo que somos? La respuesta es sencilla:

para sobrevivir. Cuando niños, es posible que hayamos descubierto que es más fácil permanecer en silencio que emitir una opinión bajo el riesgo de ser ridiculizados o invalidados por padres, hermanos, hermanas y compañeros. Igual al tema de abuso en una familia es mucho más seguro "transigir" y olvidar, en vez de oponerse a aquellos que tienen poder sobre nosotros. Como sociedad, aceptamos el asesinato de personas durante la guerra, por ejemplo, y lo justificamos como circunstancias especiales. Todos hemos sido condicionados a ceder ante el conflicto, las enfermedades y las emociones abrumadoras en formas que solamente ahora estamos comenzando a entender. En cada caso, tenemos la oportunidad de ver una poderosa posibilidad en vez de juzgar lo que es bueno y malo.

Por cada parte de nosotros que cedemos para llegar a ser lo que somos, queda una vacío esperando ser llenado. Estamos buscando constantemente lo que sea que pueda llenar ese vacío en particular. Cuando nos encontramos con aquel que tiene las mismas cosas que hemos entregado, se siente bien estar a su lado. La esencia complementaria de la persona llena nuestro vacío interior y nos hace sentir enteros de nuevo. Esta es la clave para comprender lo que le ocurría a mi amigo ingeniero y en los otros ejemplos previamente tratados.

Cuando encontramos en los demás nuestras piezas "faltantes", nos sentimos poderosa e irresistiblemente atraídos hacia ellos. Incluso podemos pensar que los "necesitamos" en nuestras vidas, hasta que recordamos que nos sentimos tan atraídos hacia ellos por algo que todavía tenemos en nuestro interior... solamente que está dormido. En la conciencia de que seguimos poseyendo esas características y rasgos, podemos desenmascararlos y reincorporarlos a nuestras vidas. Y cuando lo hacemos, descubrimos de repente que ya no nos sentimos poderosa, magnética e inexplicablemente atraídos hacia la persona que nos reflejó esas características originalmente.

Reconocer nuestros sentimientos hacia los demás por lo que son, y no por lo que nuestro condicionamiento ha hecho de ellos, es la clave del tercer espejo de las relaciones. Esa emoción inexplicable que sentimos cuando estamos con alguien, ese magnetismo y ese fuego que nos hacen sentir tan vivos, ¡somos realmente nosotros! Es la esencia de esas partes nuestras que hemos perdido y nuestro reconocimiento de que las deseamos de nuevo en nuestras vidas. Con esto en mente, regresemos entonces a la historia de mi amigo ingeniero.

Ciertamente, hay muchas posibilidades de que, sin saberlo conscientemente, mi amigo veía en esas mujeres piezas de él que había perdido, entregado o le habían arrebatado durante su vida. Hay muchas probabilidades de que le hubiera ocurrido igual con los hombres, pero él no se permitía sentir lo mismo debido a su condicionamiento. En su experiencia, las cosas que había perdido eran tan predominantes que las encontraba en casi todas las perso- ñas que conocía.

No obstante, al no entender sus emociones, se sentía impulsado a seguirlas de la única forma que conocía. Él creía honestamente, que cada encuentro era una oportunidad de ser feliz porque se sentía bien cuando estaba con las mujeres. Aun así amaba muchísimo a su esposa y a su hijo; cuando le pregunté una vez si los dejaría, me miró estupefacto. No deseaba terminar su matrimonio, pero seguía el impulso que sentía hacia situaciones comprometedoras hasta que la pérdida de su familia se convirtiera en un peligro inminente.


Extracto de La Matriz Divina.
Gregg Braden.

No hay comentarios:

Publicar un comentario