sábado, 5 de enero de 2013

Mecanismos de defensa: Retroflexión...♥



Retroflexión literalmente significa “volverse atrás intensamente en contra”.

Este mecanismo es el que emplean las personas que se hacen a sí mismas aquello que quisieran hacerle a otras personas u objetos.

El retroflector marca una línea muy clara que marca el límite entre él y el ambiente, pero la traza por el medio de sí mismo. Se ve a él y a “él mismo” como dos cosas distintas. Deja de dirigir sus energías hacia fuera, reorientando su actividad hacia adentro y se sustituye a sí misma por el ambiente. Literalmente llega a constituirse en el peor enemigo de sí misma.



Había una vez un hombre que iba por el mundo con un ladrillo en la mano. Había decidido que cada vez que alguien le molestara hasta hacerle rabiar, le daría un ladrillazo. El método era un poco troglodita, pero parecía efectivo, ¿no?

Sucedió que se cruzó con un amigo muy prepotente que le habló con malos modos. Fiel a su decisión, el hombre agarró el ladrillo y se lo tiró. No recuerdo si le alcanzó o no. Pero el caso es que después, tener que ir a buscar el ladrillo le pareció incómodo. Decidió entonces mejorar el “Sistema de Autopreservación del Ladrillo”, como él lo llamaba. Ató el ladrillo a un cordel de un metro y salió a la calle. Esto permitía que el ladrillo nunca se alejara demasiado, pero pronto comprobó que el nuevo método también tenía sus problemas: por un lado, la persona destinataria de su hostilidad tenía que estar a menos de un metro y, por otro, después de arrojar el ladrillo tenía que tomarse el trabajo de recoger el hilo que, además, muchas veces se liaba y enredaba, con la consiguiente incomodidad.

Entonces el hombre inventó el “Sistema Ladrillo III”. El protagonista seguía siendo el mismo ladrillo pero, este sistema, en lugar de un cordel llevaba un resorte. Ahora el ladrillo podía lanzarse una y otra vez y regresaría solo, pensó el hombre.

Al salir a la calle y recibir la primera agresión, tiró el ladrillo. Erró, y no pegó en su objetivo porque, al actuar el resorte, el ladrillo regresó y fue a dar justo en la cabeza del hombre. Lo volvió a intentar, y se dio un segundo ladrillazo por medir mal la distancia. El tercero, por arrojar el ladrillo a destiempo. El cuarto fue muy particular porque, tras decidir dar un ladrillazo a una víctima, quiso protegerla al mismo tiempo de su agresión, y el ladrillo fue a dar de nuevo en su cabeza.

El chichón que se hizo era enorme…

Nunca se supo por qué no llegó a pegar jamás un ladrillazo a nadie: si por los golpes recibidos o por alguna deformación de su ánimo.
Todos los golpes fueron siempre para él mismo.


El aspecto creativo de la retroflexión es el desarrollo de una disciplina, pero no actuando contra uno mismo, sino dándole una finalidad saludable. Se trata de hacerse cosas a uno mismo para fortalecerse, desarrollar la fuerza interior y el esfuerzo de continuar mirándose. Se trata de estar atento a lo que uno se hace a sí mismo, de controlar algunos de nuestros impulsos, de resistir a los impulsos destructivos propios. Se trata de mantener la atención, en la observación neutral del mundo, en el desapego de la emoción (sin reprimirla), en el sostenimiento esforzado de la tarea…

Cuando la retroflexión se hace crónica da lugar a diversas somatizaciones. Las emociones y sentimientos dominados y vueltos hacia sí se manifiestan finalmente como migrañas, cefaleas, dolores de estómago, úlceras,…

Cuando el retroflector habla “de él mismo”, no siente que habla “de sí mismo”. Frases que suele utilizar:“Tengo vergüenza de mí mismo”, “Me lo debo a mí mismo”,… Parece hablar de dos personas diferentes. Utiliza el reflexivo: “Si es que tendría que…”, “Si es que la culpa es mía por…”,…

— Actitudes del retroflector: Autocrítica, infravaloración, culpa, vergüenza, depresión, duelo patológico, somatizaciones,…

- ¿Qué he de hacer para amar a mi prójimo? – preguntó el caminante.

- Deja de odiarte a ti mismo.

El caminante meditó larga y seriamente estas palabras y regresó a decirle al maestro:

- Pero si yo me amo demasiado a mí mismo… Soy un egoísta y un egocéntrico… ¿Cómo puedo liberarme de ello?

– Sé cordial contigo mismo y tu ego quedará satisfecho y te dejará en libertad para amar a tu prójimo.

Referencia: Pedro Valentín-Gamazo Valle

M. Angeles Molina.

Directora y Psicóloga (col. 1642) de PSINERGIA

No hay comentarios:

Publicar un comentario