sábado, 20 de octubre de 2012

“¿Qué harías para mejorar tu vida y la de los demás?”.


Hace un par de años Harvey y Robinson publicaron un libro en el que seleccionaron 50 pequeñas acciones para mejorar el mundo. Fue una selección de las propuestas con las que gente común respondió a la pregunta “¿Qué harías para mejorar tu vida y la de los demás?”. Allí se leen cosas como estas: “Sonreí y devolvé las sonrisas”, “Pasá un rato con alguien de otra generación”, “Cedé el paso al menos a un coche en cada viaje”, “Apagá las luces innecesarias”, “Plantá algo con un niño”, “Comé más a menudo junto con los que querés”, “Cociná algo para un amigo”, “Aprendé primeros auxilios”, ”El próximo regalo que tengas que hacer, en vez de comprarlo, ¡que sean unas galletitas horneadas por vos!”, “¡Abrazá a alguien cada día!”.
Como se ve, no hay que hacer algo de otro mundo para mejorar este. Y tampoco hay excusas creíbles para decir que nada de esto está dentro de nuestras posibilidades. Desde que Somos lo que hacemos invitó a la gente a proponer acciones en su sitio de Internet, ya recogió 4.852. 812 ideas. No hay error, son casi cinco millones de propuestas y de ellas ninguna es más difícil que las enumeradas en el párrafo anterior. Por ejemplo: “No empieces una guerra”, “Recordá los nombres de las personas”, “No juzgues a alguien por su trabajo”, “Elogiá a la gente”, “Aprendé un buen chiste y harás reír a alguien”, “Decí gracias”, “Escuchá”, “Hacé algo a cambio de nada”, “Comprá en negocios pequeños y en almacenes”, “Preparale un café a alguien que está más ocupado que vos”, “Apagá las luces que no usás”, “Devolvé lo que te prestaron”, “No dejes tu celular cargándose toda la noche”, “Respetá los límites de velocidad”, “No toques la bocina”, “Enriquecé tu vocabulario”, “Encontrate con alguien en lugar de enviarle mensajes”, “Alimentá a un animal”, “Deseale un buen día a la persona que te atendió”, “Ofrecé tu asiento en el colectivo o subte”, “Levantá la caca de tu perro”, “Iniciá una conversación con alguien que no conocés”, “Elogiá a quien hace bien su trabajo”, “Doná sangre”, “Doná la ropa que ya no uses”, “Doná los electrodomésticos que cambies”, “Escribile a alguien algo cariñoso”, “Pasale una receta de cocina a otra persona”.
Sorprende la sencillez de las consignas y es imposible, al leerlas, no advertir que, aún sin haber hecho de ello un propósito consciente, cumplimos diariamente con muchas de ellas. Sólo se trata de seguir haciéndolo, de alentar a otros, de ampliar el registro y de convertir estas pequeñas acciones cotidianas en una forma de estar en el mundo. Aunque no lo parezca, solo con eso lo habremos dejado mejor de como lo encontramos. Pequeñas acciones multiplicadas por mucha gente dan como resultado grandes cambios, Harvey y Robinson están en lo cierto. El cambio puede ser permanente y estimulante si se lo mira de este modo. Hay más de cinco millones de posibilidades. Cada uno de nosotros puede agregar las propias. Para terminar, he aquí una que figura en el libro de Harvey y Robinson y con la cual podemos empezar o terminar el día: “Bañate con alguien que ames”. Y disfrutalo.
SERGIO SINAY

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