miércoles, 2 de enero de 2013

MUJINA...CUENTO FANTÁSTICO JAPONÉS...♥



En el camino de Akasaka, en Tokio, hay una cuesta llamada Kii-no-kuni-zaka, es decir, la Cuesta de la Provincia de Kii. Ignoro por qué se llama la Cuesta de laProvincia de Kii. A un lado de la cuesta hay un antiguo foso, muy profundo y muy ancho, cuyas verdes orillas se elevan hasta una zona de jardines; y al otro lado delcamino se extienden las largas e imponentes murallas de un palacio imperial. Antes de la época de los faroles callejeros y las
jinrikishas
, este paraje era muy solitariodurante la noche; y los peatones que viajaban a horas tardías preferían desviarse varias millas antes de ascender el Kii-no-kuni-zaka a solas, después del crepúsculo.Todo a causa de una Mujina que solía pasearse por el lugar.El último hombre que vio a la Mujina fue un viejo mercader del barrio Kyõbashi, muerto hace treinta años. Ésta es la historia tal como él la refirió:Una noche, a horas tardías, el mercader ascendía el Kii-no-kuni-zaka, cuando vio a una mujer en cuclillas junto al foso; estaba sola y lloraba con amargura.Temiendo que la mujer quisiera ahogarse, él se detuvo para ofrecerle cuanta ayuda o consuelo estuviera en sus manos. Ella vestía con elegancia, y tenía un aspectográcil y ligero; llevaba el cabello peinado como el de una joven de buena familia. —
O-jochû
[1] —exclamó el mercader, acercándose—,
O-jochû
, no lloréis de ese modo… Decidme qué os aqueja, y si hay algún modo de ayudaros, yo meofreceré gustoso.(El mercader era sincero en sus palabras, pues era hombre de buen corazón). Pero ella continuó llorando y ocultaba el rostro en una de sus amplias mangas. —O-jochû —repitió el mercader con dulzura—, os ruego que me escuchéis. Este lugar, a estas horas, no conviene a una dama. ¡No lloréis, os lo imploro! ¡Sólodecidme cómo puedo ayudaros!Ella se incorporó con lentitud, pero le volvió la espalda y prosiguió con sus gemidos y sollozos. Él le puso la mano sobre el hombro, rogándole: —
¡O-jochû! ¡O-jochû! ¡O-jochû!
entonces la
O-jochû
se volvió, apartó la manga y se golpeó la cara con la mano; y el hombre vio que en ese rostro no había ojos ni boca ni nariz… y se alejó conun alarido.Subió por el Kii-no-kuni-zaka, corriendo sin cesar, cercado por la desierta tiniebla. Corría sin atreverse a mirar atrás; y al fin vio una luz, tan distante que parecía eldestello de una luciérnaga; se dirigió hacia ella. No era sino el farol de un vendedor ambulante de
soba[ 2 ]
, quien había acampado junto al camino; pero cualquier luz ycualquier compañía humana era bienvenida después de semejante experiencia; y el mercader se arrojó a los pies del vendedor de
soba
, sin dejar de gemir. —
¡Koré! ¡Koré!
—exclamó el vendedor—. ¡Basta! ¿Qué le ocurre? ¿Alguien le atacó? —No… nadie me atacó —jadeó el otro—… sólo que… ¡Ah! ¡Ah! —¿Sólo lo asustaron? —preguntó el vendedor con brusquedad—. ¿Salteadores? —No, salteadores no, salteadores no —musitó el aterrado mercader—. Vi… vi una mujer… junto a la fosa… y me mostró… ¡Ah!, no puedo decirle lo que memostró… —¡Eh! ¿Era algo parecido a estolo que le mostró? —gritó el vendedor de
soba
, golpeándose la cara. Ésta se transformó en un Huevo. Y, simultáneamente, seapagó la luz.[1]
O-jochû
(honorable damisela): una fórmula de cortesía empleada al dirigirse a una joven desconocida
(N. del A.)
[2]
Soba
es una comida preparada a base de alforfón, algo parecida a los fideos
(N. del A.

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