sábado, 7 de mayo de 2011

RECONOCIMIENTO DE ALMAS...



Puesto que los ojos del corazón son los prime­ros que ven, las palabras no pueden transmitir por sí solas la seguridad del reconocimiento del alma. No existe duda ni confusión. Aunque él cuerpo sea posiblemente muy diferente del actual, el alma es la misma y se reconoce. Este reconocimiento es completo y queda fuera de toda duda.
Algunas veces el reconocimiento del alma puede tener lugar en la mente antes que en el co­razón. Este tipo de reconocimiento suele produ­cirse con bebés o niños pequeños que muestran unas peculiaridades físicas o comportamientos muy concretos; pronuncian una palabra o una frase e instantáneamente se reconoce en ellos a un padre, una madre o un abuelo queridos. Pue­den tener una cicatriz o marca de nacimiento idéntica a la de nuestro ser querido, o quizá nos cogen de la mano o nos miran de la misma mane­ra. El caso es que nosotros los reconocemos.
«¿ Me cogerías de la mano si te viera en el cie­lo? ¿ Me ayudarías a ponerme de pie si te viera en el cielo?»
En el cielo, un lugar que no requiere del cuer­po físico, el reconocimiento del alma puede pro­ducirse a través de un conocimiento interior: una percepción de la energía, la luz o la vibración es­pecífica del ser amado. Las sientes en el corazón. Se trata de una sabiduría intuitiva y profunda, y entonces reconocemos a nuestros seres queridos de un modo completo e inmediato. Incluso pue­den ayudamos adoptando el cuerpo que tenían en la última encarnación que compartieron con nosotros. Los vemos tal como se nos aparecieron  en la tierra, a menudo con un aspecto más joven y saludable.
«Al otro lado de la puerta... estoy seguro de que hay paz.»     
Puede que sea al otro lado de la puerta del cielo, la que nos lleva a recordar las vidas pasadas que hemos compartido, o la que conduce a las vidas futuras que pasaremos junto a nuestros se­res queridos, pero nunca estaremos solos. Ellos sabrán cuál es nuestro nombre. Nos darán la ma­no, llenarán de paz y reconfortarán nuestro co­razón.

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