sábado, 7 de mayo de 2011

LAS RELACIONES NO SE MIDEN EN TIEMPO SINO EN LECCIONES APRENDIDAS...




Me gusta pensar que las almas se relacionan como los millares de hojas de un viejo árbol. Las que penden de nuestro propio tallo están estre­chamente relacionadas con nosotros e incluso llegamos a compartir diferentes experiencias con ellas, vivencias del alma. También nos sentimos estrechamente unidos a las hojas de nuestras ra­mas. Tenemos algo en común con ellas. Están cerca de nosotros, pero no tanto como lo están las hojas de nuestro tallo. De igual modo, con­forme nos vamos alejando por las ramas del ár­bol, nuestra relación con las otras hojas o almas sigue existiendo pero no es tan íntima como la que tenemos con las hojas más cercanas. Todos formamos parte de un árbol y un tronco. Pode­mos compartir experiencias. Nos conocemos. Pero los que pertenecen a nuestro tallo son los más íntimos.
En este bello bosque hay muchos otros árbo­les. Cada uno de ellos está conectado con los de­más a través del sistema de raíces subterráneo. De este modo, aunque una hoja se encuentre en un árbol muy lejano y diferente del nuestro, se­guiremos conectados a ella. Estamos conectados a todas las hojas, pero tenemos una relación más estrecha con las de nuestro árbol, todavía más ín­tima con las de nuestra rama y un vínculo que es casi una fusión con las de nuestro tallo.
Es posible que nos hayamos reunido en vidas pasadas con otras almas que pertenecen al mis­mo árbol pero que se encuentran lejos de noso­tros. Podemos haber tenido muchas relaciones diferentes con esas almas, relaciones que quizás hayan sido muy breves. Tal! vez hayamos apren­dido algo nuevo, incluso de un encuentro de me­dia hora. Una de estas almas tal vez haya sido un mendigo que se ha cruzado en nuestro camino y que nos ha conmovido. Con ello ha crecido nuestra capacidad de sentir compasión por otro ser humano y hemos contribuido a que esa per­sona aprenda a recibir amor y ayuda. Segura­mente nunca más nos volvimos a encontrar con el mendigo en esa vida, pero formamos parte de la misma historia. La duración de nuestros en­cuentros varía: cinco minutos, una hora, un día, un mes, una década o más; así es como se relacio­nan las almas. Las relaciones no se miden en tiempo sino en lecciones aprendidas.

BRIAN WEISS

No hay comentarios:

Publicar un comentario