lunes, 29 de octubre de 2012

EL RESENTIMIENTO Y LA BOLSA DE PAPAS...


El tema del día era el resentimiento y el maestro nos había pedido
que lleváramos papas y una bolsa de plástico. Ya en clase,
elegimos una papa por cada persona que guardábamos resentimiento,
escribimos su nombre en ella y la pusimos dentro de la bolsa.
Algunas bolsas eran realmente pesadas.
El ejercicio consistía en que durante una semana lleváramos con
nosotros a todos lados esa bolsa con papas. Naturalmente la
condición de las papas se iba deteriorando con el tiempo, y el
fastidio de acarrear esa bolsa en todo momento, me mostró claramente
el peso espiritual que cargaba a diario y cómo, mientras ponía mi
atención en ella para no olvidarla en ningún lado, desatendía cosas
que eran más importantes para mí.
Este ejercicio fue una gran lección sobre el precio que pagaba a
diario por mantener el resentimiento por algo que ya había pasado y
no podía cambiarse. Me di cuenta que cuando hacía importantes los
temas incompletos o las promesas no cumplidas me llenaba de
resentimiento, aumentaba mi stress, no dormía bien y mi atención se
dispersaba. Perdonar y dejarlas ir me llenó de paz y calma,
alimentando mi espíritu. La falta de perdón es como un veneno que
tomamos a diario a gotas pero que finalmente nos termina
envenenando. Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para
el otro sin darnos cuenta que los únicos beneficiados somos nosotros
mismos.
El perdón es una expresión de amor que nos libera de ataduras que
nos amargan el alma y enferman el cuerpo. El perdón se basa en la
aceptación de lo que pasó. No significa que estés de acuerdo con lo
que pasó, ni que lo apruebes. No significa dejar de darle
importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te
lastimó. Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos
negativos que nos causaron dolor o enojo.
Si guardamos odio, rencor, o resentimiento por ofensas que hemos
recibido, estamos perpetuando nuestro malestar y consumiéndonos,
dejando de disfrutar el momento. Cada vez que recordamos cualquier
episodio que nos causa dolor, dejamos de vivir el aquí y el ahora.
Dejamos de avanzar en nuestro desarrollo personal y peor aún, nos
estancamos en nuestro crecimiento espiritual.

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